sábado, 30 de abril de 2011

LA ENSEÑANZA: VOLVER A EMPEZAR

Ni los padres ni los abuelos ni los maestros. Los medios de comunicación de masas se han erigido en los nuevos y más eficaces educadores del mundo, en los promotores de valores alternativos. En definitiva, un electrodoméstico (la mayor parte del cine se ve ya en casa) programado por una multinacional y enchufado a la red del presente continuo y del contemporáneo olvido. Por eso, hoy más que nunca, la tarea prioritaria del pensador, del hombre de ciencia, del artista, del profesor debiera ser oponerse a esa pegajosa presión del presente, a toda esa parafernalia banal de palabras trilladas, de imágenes esclerotizantes y reanimar el cerebro, ese inmenso territorio ignoto.
El cerebro es básicamente imaginación y memoria, un centro nervioso donde se alojan la creatividad y el recuerdo, las dos piedras angulares del cualquier sistema de educación digno de tal nombre. Hemos olvidado con demasiada ligereza que buena parte de lo que somos descansa en lo que hemos sido, en ese inmenso legado cultural que el pasado nos ofrece a través de la escritura, la pintura, la arquitectura o cualquiera otra disciplina del pensamiento. El maestro, el profesor debería tener a su cargo el fascinante compromiso de mantener viva esa tradición que es, a fin de cuentas, la que dota de sentido a su función.
Los medios de comunicación y la tecnología no tienen por que dejar de ser útiles instrumentos en ese sentido pero quedan inservibles en manos de individuos y corporaciones sin respeto por la memoria y la creatividad, sin amor a su tradición cultural y sin unas propuestas de ideales. En ese caso son como espejos que sólo reflejan la más triste vaciedad. No nacemos con la virtud y el conocimiento; hay que aprenderlas y, por tanto, alguien las tiene que enseñar. Pero, para nuestra desgracia, ¿a qué Academia, a qué Liceo van hoy las élites culturales y los políticos que nos desean gobernar para aprender virtud y conocimiento?

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