martes, 4 de octubre de 2016

"La voz no sale del cuerpo". Felipe Ortega Regalado



 Aunque el lenguaje del arte no siempre se nos revela como placer su propiedad genuina es el placer, la belleza y, en consecuencia, su afán de plenitud. El arte nos demuestra que la vida, por sí misma, no es hermosa y que solo alcanza a serlo cuando se la transmuta en poesía. Esta virtualidad del arte es, naturalmente, opcional y aún estando disponible como recurso, su buen uso no está al alcance de cualquier candidato que opte a ella. Por el contrario, supone un enorme riesgo y quizá por eso mismo tantos artistas la rehuyan premeditada o inconscientemente.

Digo esto con motivo de "La voz no sale del cuerpo", la nueva entrega plástica con la que Felipe Ortega Regalado vuelve a maravillarnos en la sevillana galería Birimbao, en la que ya expusiera en 2013 una serie de dibujos de similares cualidades. En aquella ocasión dije que “el dibujo en él es una actitud mental” y que sus ojos “son los ojos de un poeta que dibuja”.  En esta ocasión me interesa subrayar el hecho no menor (y que, de alguna manera, ya está implícito en el título de ahora) de su doble condición de dibujante y poeta. Una circunstancia que, en el caso de este artista, no debiera pasar desapercibida pues ese simultáneo y doble ejercicio esclarece algunas de las claves del poder de seducción de su enigmática obra. 


El lenguaje –tanto de su obra plástica como poética- se sostiene sobre el andamiaje de la imaginación: una suerte de combinatoria en la que Felipe juega, con la solvencia del virtuoso, con el trinomio materia-energía-conciencia. Solo entonces las cosas y sus nombres importan menos que las formas que les demos. Así, sus extraños motivos deberían leerse como energía, una energía sutil y refinada que a través de la conciencia termina por ser generadora de vida. No existe un lenguaje directo ni denotativo, ya sea en sus poemas como en sus dibujos y la única forma, por tanto, de aprehenderlos y entenderse es apelando a la imaginación.

El lenguaje de la imaginación –voz que no sale del cuerpo- tiene forma y se actualiza por medio de formas (imágenes, símbolos, emblemas, etc) y nunca es analítico sino sintético. Nace antes de los vínculos que de las diferencias y, en el fondo, es un lenguaje de amor, pues nos vincula como seres humanos y nos permite intuir que aquello que sienten los demás también lo puedo sentir yo.
No se trataría, entonces, de evadirse de la realidad sino, antes bien, de despertarse a ella con nueva conciencia y así poder comprenderla.