lunes, 30 de mayo de 2011

Dubai, el espejismo capitalista

Que a los nuevos ricos del mundo les dé por trasladarse a los complejos turísticos de Palm Islands o de Jumeirah Beach, en pleno desierto arábigo, para sacar a relucir sus rutilantes fortunas de última hora nos parece, quizá, la más justa alegoría de este tardocapitalismo post-industrial que entre todos sobrellevamos.
Después de ver el interesante documental The Dubai in me del suizo Christian von Borries algunas consideraciones me vienen a la mente. La primera, que las relaciones de poder entre los hombres no han cambiado tanto desde que nos hemos organizado socialmente en el planeta: los templos del poder (laico) del siglo XXI se están levantando con parecido sudor y similar sangre que las megalómanas pirámides del Egipto de los faraones. Solo que si antes eran de los esclavos del norte de África, ahora son de hombres que vienen del sureste asiático: Bangladesh, Pakistán o la India.
La segunda, que el gran capital necesita continuamente recrearse, aunque para ello produzca una ficción, un espejismo entre tanta arena. La Dubai Holding -propiedad de la familia del jeque gobernante- no es solo una multinacional con ramificaciones  all over the world sino un auténtico modelo de gobierno postmoderno.
Y la tercera (por no seguir pensando), que la egolatría y la avidez crematística de lo más granado del establishment arquitectónico (Koolhaas, Foster, Gehry, Nouvel y Hadid incluídos) no tiene límites. Al reclamo del dinero deslumbrante se han puesto a trabajar hasta conseguir que un esquinado emirato de apenas 4.114 kilómetros cuadrados se convierta en el más glamuroso y exclusivo shopping mall del planeta, el lugar ideal para la felicidad completa de alguien como Paris Hilton.ubai/frameset.html
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sábado, 28 de mayo de 2011

Marcel Schwob, el único

"El arte es lo opuesto de las ideas generales: no describe sino lo individual, no desea sino lo único". Fue como un destello, un aldabonazo en mi sistema nervioso. Hasta que no me topé con esta frase en no sé qué crónica cultural de algún articulista erudito, hace ya de esto unos años, no sabía de la existencia de Marcel Schwob, un judío francés que vivió apenas 37 años del siglo XIX.
La frase es tan perfecta de forma como certera de pensamiento y ella me llevó al libro en donde se encuentra escondida: Vidas Imaginarias. Un monumento a lo singular, a lo irrepetible, a aquello que sólo puede existir de una manera. En realidad, el libro es una sucesión de biografías imaginadas que juntas componen una peculiar historia de la literatura. Que el libro lleve un prólogo de Borges me pareció un accesorio tan sugestivo como pertinente.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Fauvismo Año 100

Este artículo lo escribí para el Correo de Andalucía, allá por el 2005, cuando se celebraba el centenario del nacimiento del movimiento fauve:

En un siglo tan cargado de alborotos artísticos como el XX al fauvismo le corresponde el disputado honor de haber sido la primera gran revolución plástica que trastocó los modos de representación al uso. Después otras le irán tomando el testigo. Si la revolución fauve fue efímera (1904-07) sin duda se debe a que nunca le interesó formar escuela o crear un sistema. El fauvismo nace y se desarrolla más bien en torno a un acuerdo momentáneo de tendencias entre un puñado de jóvenes pintores inquietos e irritados y movidos por un mismo afán de renovación de los lenguajes artísticos.
Lo que ocurre es que en ese puñado de jóvenes se encuentra precisamente lo mejor del arte francés del siglo pasado: Matisse, Derain, Vlaminck, Rouault, Marquet, Dufy, Van Dongen y Braque entre otros. Todos ellos, en ese momento, hijos espirituales de Van Gogh y buscadores de luz nueva. 
Da un poco de vértigo retrospectivo pensar que la incendiaria obra de toda esta pandilla irrepetible coincidió un día, allá por noviembre de 1905, en la VII sala del Grand Palais de París. "Un bote de pintura se ha lanzado a la cara del público" bramó indignado y sin originalidad el crítico Mauclair. "Donatello chez les fauves" exclamó con sarcasmo Louis Vauxelles al ver espantado esos colores estridentes rodeando un clásico torso de Albert Marque. Seguro que debió de ser una experiencia visual estupefaciente.
Ahora, cien años después, Francia celebra con sendas exposiciones antológicas en París y Chatou ese lanzamiento provocativo de pintura de unos jóvenes salvajes a la cara del gran público. Pero ya nadie podrá volver a sentir ese vértigo, esa incomodidad, ese desasosiego. Nosotros, sus nietos, hemos de contentarnos con ponderar con respeto sus valores plásticos y quizá recordar con admiración sus desorbitados precios en los remates de las casas de subastas.

Entre el campo y el Cielo

Los campesinos suelen creer en Dios porque entre el campo y el cielo no media ningún estorbo. En las ciudades, en cambio, de noche no se pueden ver las estrellas.

martes, 24 de mayo de 2011

Under the Boardwalk

La celebérrima canción ha sido versionada por gente tan variopinta como los Rolling Stones, los Beach Boys o Bette Midler, pero yo me sigo quedando con la grabación original de los añorados Drifters, que sigue manteniendo la frescura y la autenticidad de los años sesenta.
Cuando la oigo me transporto a una ciudad en la que se puede ver, oir y oler el mar mientras paseas, mi pequeño paraíso...

EL ESTADO DE LA CUESTIÓN

En este enlace con la revista de estética de la Universidad de Sevilla, Fedro, teneis la Conversación que sobre Arte Contemporáneo mantuvimos, hace ahora aproximadamente dos años, Guillermo Pérez Villalta, Juan F Lacomba y yo mismo. Espero que os entretenga y os avive:


sábado, 21 de mayo de 2011

Daños Colaterales del Progreso

No sé si se han dado cuenta de que la infancia, por ejemplo, se está llenando cada vez más de sexualidad banal y de estupidez pedagógica, lo que no quiere decir en absoluto que ahora la madurez llegue más tarde, sino que desgraciadamente ya no llegará nunca.

Esto también tiene que ver con el Arte y la Cultura

Ahora sólo espero que a partir del próximo lunes los españoles empecemos a dejar de soportar el insoportable peso que nos ha supuesto en estos últimos años el socialismo normativo, mediocre y gestual con el que Zapatero ha pretendido exorcizar sus fantasmas y complejos más inconfesables...

sábado, 14 de mayo de 2011

the webb sisters cantan if it be your will



Esto no es una canción. Es una oración rezada por dos ángeles que se acompañan de arpa y guitarra. El que oficia la ceremonia es el reverendo Leonardo Cohen.

Sánchez Perrier, paisajista puro

Emilio Sánchez Perrier es, para mí, el mejor paisajista de la pintura realista decimonónica sevillana. Esto que vaya por delante. Sus composiciones paisajísticas son de una sensibilidad exquisita y de una refinada factura. Pupilo de Eduardo Cano, Manuel Wssel y, especialmente, del romántico Joaquín Domínguez Bécquer, Sánchez Perrier es, en resumen, un pintor de su tiempo, algo que en su caso significa participar de un realismo académico de cariz historicista, si bien aureolado por la declinante radiación romántica. En otras palabras, un paisajista de composición.
No estaría de más recordar, al efecto, aquellas palabras que don José Caveda, amén de político quizá el más conspicuo crítico de arte de su época, escribiera de los pintores paisajistas en su Memoria para la historia de la Real Academia de San Fernando y de las Bellas Artes de España en 1867: 
"En estos días nuestros pintores (...) han hecho los más cumplidos estudios del paisaje (...) El ánimo angustiado por la desgracia o conducido por la ciencia buscó en los bosques silenciosos, en las florestas solitarias, la paz del alma que le negaban la turbulencia y la inquietud de las ciudades. Gozose entonces de los horizontes dilatados, en los contrastes de las montañas y las llanuras, en las sombras de los bosques y el curso perezoso y sosegado de los ríos. Así, el pintor, participando del espíritu de la época (...) estudia con empeño los objetos de su afición, y al apreciar mejor que nuestros padres los encantos del paisaje, le dedica hoy una gran parte de sus tareas".
No es de nuestra incumbencia si el pintor buscaba o no en el campo la terapia adecuada para aliviar su supuesto "ánimo angustiado" o si lo frecuentaba "conducido por la ciencia". Lo que importa y es seguro es que Sánchez Perrier "participando del espíritu de la época estudia con empeño los objetos de su afición". Y en su largo y constante proceso de depuración irá aligerando su pincel del peso romántico-historicista, tan socorrido en su tiempo, para contentarse simplemente con ver con los ojos del sentimiento aquello que tiene enfrente. Entre sus logros destaca el haber despojado al paisaje de sus sucesivos barnices románticos y simbolistas hasta crear una sintaxis bastante parca en tropos. Sin duda, su pintura puede adjetivarse de realista -el más eviterno de todos los estilos- pero sin más añadidos. Una pintura que no busca la comparación sino la verdad, la verdad íntima del mirar.
Los paisajes de Sánchez Perrier son una continua lección del mirar. A fuerza de mirar, de concentrar la mirada en el objeto, lo traduce en toda su verdad sin necesidad de más retórica. Sus paisajes están un paso más acá de la naturaleza que, por ejemplo, los del italianizante y maravilloso Corot o los del realista Courbet, por citar dos de las más grandes referencias de su tiempo.
A diferencia de otros sevillanos coetáneos como M. Barrón o Romero Barros, Sánchez Perrier evita conscientemente contaminar sus paisajes de historicismo o banalizarlos con detalles pintorescos. Si nos detenemos en sus paisajes de la década de los ochenta sobre distintos parajes de la ribera del Guadaira -generalmente al atardecer y en otoño o invierno- observamos que respetando la tradición del género en sus esquemas compositivos incorpora una novedad en cuanto al tratamiento formal. En ellos se palpa un avance, una concepción más intensa y científica de la luz. Y en este avance seguro que tuvieron mucho que ver sus viajes a Francia y su conocimiento del círculo artístico de Barbizon. 
Si Barbizon supuso algo en la historia de la pintura de paisaje fue, en efecto, el hecho de elevar lo periférico, lo rural y hasta selvático a categoría de patrimonio burgués. Empezó a aceptarse que se podía salir al campo a pintar del natural, al aire libre. Y será, precisamente, esta racha de aire fresco, respirado en los bosques de los alrededores de París, lo que Sánchez Perrier trae, junto a otros artistas españoles como Jiménez Aranda o José Pinelo, a la pintura andaluza.
En sus composiciones al aire libre (obsérvese la paradoja) vemos cómo el pintor busca el motivo y selecciona el rincón -Corral con chumberas, Jardín del Alcázar de Sevilla, Rincón rural francés- repartiendo el lienzo en equilibrados espacios significativos (cielo en la parte superior frente al agua o la vegetación de huerta o bosque, en la inferior) sin otro propósito que aprehender el paisaje en su modesta verdad. Lo que parece importar más al pintor es el leve temblor que recorre la huerta abandonada o el jardincillo silvestre. No hay énfasis, se roza el misterio.

viernes, 13 de mayo de 2011

Rothko pintor y pensador

Para ver adecuadamente a Rothko hay que leer sus escritos. Rothko escribió mucho y muy bien, para ser pintor. Sus textos son de una sorprendente precisión analítica y exudan un amplio conocimiento filosófico, especialmente religioso.
Ver sus cuadros, seguir su carrera artística al hilo de sus reflexiones, meditaciones y conversaciones (muchas de ellas, publicadas) es la manera más fiable de entender el sentido e intención de su obra. Sin duda, él fue su mejor y más exacto hermeneuta, además de uno de los pintores más cultos y mejor formados de su tiempo.
Rigor, profundidad y coherencia son tres sustantivos que encajan a la perfección con el conjunto de su obra. Leer a Rothko es un placer casi tan intenso como ver sus pinturas seccionadas y terribles. Y debiera ser una obligación formativa para cualquier pintor joven con ínfulas de moderno. Dice en sus escritos por ejemplo:
"Nunca he pensado que pintar un cuadro tenga nada que ver con la expresión de uno mismo. Se trata de una comunicación acerca del mundo dirigida a otro. Si esta comunicación es convincente el mundo cambia. El mundo ya no fue el mismo después de Picasso o Miró. La suya fue una visión del mundo que transformó nuestra visión de las cosas. En arte, cualquier enseñanza acerca de la expresión de sí mismo es errónea y tiene que ver con la terapia. Conocerse a sí mismo es válido si el yo queda aparte del proceso. Pongo énfasis en esto, porque existe la idea de que el proceso de la auto-expresión tiene muchos valores en sí  mismo. Pero producir una obra de arte es otra cosa y yo hablo de arte como un intercambio".
El arte como un intercambio y no como una terapia. Si algunos jóvenes artistas, tan confundidos como egocéntricos, hubieran leído a tiempo a Rothko seguro que nos hubieran ahorrado un montón de situaciones embarazosas y ellos se hubieran ahorrado un sinfín de ocasiones de hacer el ridículo.

lunes, 9 de mayo de 2011

Caligrafías de la alegría: Ming Yi Chou

Ming es un pintor amigo mío que vive en Sevilla desde hace más de 10 años. De hecho se ha casado aquí y aquí estudió y se formó como artista. Vino de Taiwan (esa China que siempre se resistió a ser comunista) y su obra  me parece un refrescante recordatorio de ciertas técnicas que en Occidente tenemos un poco desatendidas: el dibujo de trazo sostenido y reflexivo o el color sabiamente interaccionado.

He colaborado incluso con él para algún encargo de la ya extinta Arte y Naturaleza y, para mi sorpresa y tranquilidad, sigo sin encontrar razones para el arrepentimiento, incluso después de haber pasado unos cuantos años.
Este texto se lo escribí para uno de sus catálogos:


CALIGRAFÍAS DE LA ALEGRÍA



Las exploraciones de Ming Yi Chou no se regodean en la desolación ni se desesperan ante la esterilidad de tanta arena. Cauterizan las heridas de un tiempo frígido con el rojo de la luz del fuego, el color que teme Nien.
En el arte nos hemos acostumbrado a sobrevivir con tan poco que quizá por eso la exuberancia de una imaginería polimorfa como la de Ming nos parezca puro festival. Nuestro imaginario, no hace falta subrayarlo, no es el de él, pero basta con plantarse unos segundos enfrente de su mundo para entrever el anhelo de reedificar la Naturaleza, de volver a pensarla como manifestación de un designio más allá de lo humano. Aspiración titánica por cuanto se enfrenta al desierto que crece, que viene creciendo desde mediados del siglo pasado sin dejar de agostar cualquier cultivo autónomo a su paso, pero en el fondo aspiración intensamente humilde, pues la posición del artista no diferiría mucho de la de un copista de excelente caligrafía.
Caligrafiar lo observado es una disciplina muy recomendable en la que los chinos nos llevan varios siglos de ventaja. Escapar de la Naturaleza conduce, sin remedio, al extravío y a la castración. En cambio, caligrafiarla significa hoy más que nunca seguir apostando, de alguna manera, por la belleza. Una actitud de alto riesgo para el artista que pretenda conectarse a la corriente de una contemporaneidad que parece haberla olvidado.
Voluntariamente distanciado de este olvido tan moderno, nuestro pintor se goza con sismografiar algunos ritmos de la Naturaleza a través de la línea. Y en ese afán de observación traslada a la superficie del cuadro también lo fortuito y lo impulsivo. Disciplinas de la línea y voluntad pulsátil que registran la armoniosa alegría que palpita en los jardines entreverados de pájaros y flores y otras categorías naturales.
Porque si algo compone la pintura de Ming Yi Chou es un microcosmos. Un microcosmos visual y filosófico del paisaje de la Naturaleza. Tan fuerte es el vínculo entre la Naturaleza y la pintura de paisaje que en la lengua china la palabra para “paisaje”, shan shui, visualiza literalmente los conceptos de “montaña” y “agua”. A ellos, con fluida pincelada, Ming Yi Chou incorpora los gestos expresivos, a veces de raigambre occidental, que revelan su particular psicología ajena a toda sombra.
Así, su pintura ahuyenta los espíritus hostiles y nos promete el deseo de una suerte buena.

sábado, 7 de mayo de 2011

LA CALLE

La calle, aunque cada vez menos, siempre ha sido el escenario de los actores sin nombre, ese teatro donde se representan un sinfín de obras sin título conocido. Salíamos a la calle no sólo a comprar, a conocer o a mirar sino también a sumergirnos en el anonimato del mundo, a no ser nadie. Ya se sabe que dejar de ser reconocido produce una confortable sensación de libertad aun cuando implica ciertas desventajas psicológicas. 
Hoy, sin embargo, la calle ha cambiado mucho, casi exactamente lo mismo que han cambiado nuestra educación y urbanidad, palabra, esta última, bastante exótica para las nuevas generaciones que cuando la oyen la relacionan con algo parecido al crecimiento de la ciudad.
La calle, y hablo necesariamente de la calle andaluza, es cada vez más la puta calle, el espacio de aquellos a los que no quisiéramos parecernos. Un espacio incómodo y algo peligroso donde tus semejantes te embisten sin miramiento o te arrollan sin disculpa, donde los perros son arrastrados a mear y defecar sin que sus porcinos amos terminen de entender que son ellos los responsables de sus deposiciones, donde el ruido te acompaña hasta la noche y la basura se echa a cualquier hora del día, donde se escupe con desvergüenza y los veladores te dejan sin acera. La calle es hoy la prueba palmaria de un enorme fracaso colectivo, de un fracaso social del que los políticos locales, municipales, autonómicos y nacionales -básicamente analfabetos y prepotentes- son los primeros responsables. Demagogos de moral minúscula y principios pálidos que, mal que nos pese, se corresponden perfectamente con la minúscula y pálida condición de la masa.

El arte en el siglo XX

Es probable que el rasgo más distintivo del arte del XX sea su ruptura con su tradición, con todo el arte del pasado e, incluso, su desprecio. Sin embargo, y esto es lo curioso, se da a la vez un interés por las formas artísticas de expresión de la culturas primitivas, especialmente si son de otras razas y civilizaciones: arte africano, indio, precolombino, etc.
Es como el lema de los soldados de Cromwell: Vestigia nulla retrorsum (ninguna huella por detrás).

viernes, 6 de mayo de 2011

Samurai Cowboy

Una intuición melódica portentosa, un ejercicio sencillamente virtuoso de capacidad vocal y unos precisos y austeros punteos de guitarra y golpes de piano producen esta joya musical que Kurt Elling ha llamado Samurai Cowboy. Cuanto más la escucho, más me gusta.

LA GENTE MALA

El mundo no está en peligro por la gente mala, sino por aquellos que permiten que la gente mala actúe. En España se llaman hoy: Pascual Sala, Eugenio Gay, Elisa Pérez Vera, Pablo Pérez Tremps, Adela Asúa y Luis Ortega. Y todos ellos trabajan nada menos que en el Tribunal que, en última instancia, debe proteger nuestros derechos.

jueves, 5 de mayo de 2011

Pintores del XX: Rothko

Rothko fue, en esencia, un metafísico, un instruido emigrante letón al que los ritos y mitologías antiguos fascinaron y un hombre atormentado siempre por las ideas de sacrificio y sufrimiento humanos. Si su arte aspiraba a algo era a ser arte funerario. En realidad, no se sintió nunca cómodo entre los abstractos. "Me adhiero a la realidad del mundo -dijo- y a la sustancia de las cosas. Aumento tan sólo el área de dicha realidad". Si, poco a poco, fue desprendiéndose de la figura humana fue porque ésta le distraía de su principal preocupación: lograr la emotividad, la emoción del contemplador. Ya Motherwell se dio cuenta: " Si Rothko no hubiera existido no habríamos conocido ciertas posibilidades emocionales en el arte moderno".
Sus grandes cuadros clásicos conviene verlos como meditaciones profundas sobre la luz y el color, sobre cómo alcanzar la claridad. La claridad como anhelo, pues alcanzarla supone lograr la eternidad, es decir, la muerte. Rothko exige fe, requiere creencia. Aunque sólo sea para poder sentir el poder de la revelación de que el hombre nunca podrá descifrar el misterio de lo absoluto. Por eso una mirada cínica, la mirada descreída del crítico de arte contemporáneo no logrará jamás entender a Rothko por mucho que pontifique sobre él.

martes, 3 de mayo de 2011

Algunas puntualizaciones artísticas

A principios de 1926 El nacimiento de Venus de Cabanel, entre otras 180 obras, digamos, académicas fueron trasladadas a los sótanos del Museo de Luxemburgo por "ocupar demasiado espacio para su valor pictórico". Lo curioso es que fueron reemplazadas por pinturas de Manet, Renoir, Degas, Van Gogh, Matisse o Bonnard. Esto demuestra que tan temprano como en 1926 el llamado Movimiento Moderno ya había ganado algunas batallas importantes y había, sobre todo, sido asumido por el público general y, en consecuencia, por el floreciente mercado del arte a gran escala. De hecho, el Impresionismo tardó apenas una década en ser digerido y aceptado por el gran público y pintores como Degas, Renoir o el último Manet pudieron vivir bastante holgadamente de su obra artística.
El éxito comercial del Cubismo fue, en cambio, mucho más lento. Estos precios pueden ilustrar lo que digo: en 1924 Lavabo de Juan Gris se vendió por sólo 330 francos y Ma Jolie de Picasso alcanzó los 6500, también en ese mismo año. En 1926 una pintura abstracta de Mondrian pudo llegar hasta los 700 francos, sin embargo Bebedores de De Segonzac se pagó a más de 100.000 francos sólo un año antes.

Artistas como Vlaminck, Derain, Utrillo o el citado De Segonzac gozaban en los años veinte del favor del público y la crítica.