domingo, 8 de abril de 2018

Félix de Cárdenas: Caligrafías de la emoción

La tarde del jueves 5 de abril presentamos en el Museo de Alcalá de Guadaira el esperado libro de "Conversaciones con Félix de Cárdenas" así como la exposición panorámica de su obra "Caligrafías de la emoción". Fue un doble acto emocionante y de justicia para con su figura y su obra en el que estuvimos rodeados de muchos de sus compañeros pintores y de buena parte de su familia. Quiero dejar aquí recogidas las palabras que pronuncié en el acto de presentación:




Muy buenas tardes a todos. Es esta la cuarta ocasión que tenemos de presentar un libro y una exposición en este museo de Alcalá de Guadaira de un artista andaluz de larga trayectoria y calidad incontestable y agradezco a todos su presencia hoy aquí. Pero quisiera, en mis agradecimientos, hacer una expresa mención al equipo humano de este museo, al que, después de tantos años, considero ya como parte de mi familia y así me siento tratado también por él: a Cecilia, Inmaculada, Javier y a su director, Paco Mantecón con quienes es siempre un placer y una suerte tratar de asuntos culturales en unos tiempos tan poco proclives a la cultura.
Este cuarto volumen de conversaciones que tienen ahora en sus manos viene a integrarse a una colección que llamamos “Palabra de pintor” y que -perdonen la inmodestia- no tiene equivalente en ninguna otra ciudad o institución andaluzas de nuestro tiempo. Que yo sepa solo hacen algo parecido a esta colección, hoy en día, el Gobierno de Navarra y el Instituto Valenciano de Arte Moderno. Esto es algo que, como dicen ahora, hay que poner en valor y de lo que muchos en esta tierra no son del todo conscientes todavía. Son libros de lenta y concienzuda elaboración: las conversaciones se desarrollan durante aproximadamente un año en largas sesiones de una hora o más. Y una vez grabadas éstas, dedico otro año a darles forma en el ordenador. El resultado es una suerte de biografía contada en primera persona por el propio artista en la que se abordan no solo cuestiones estéticas, sociales y culturales sino también de carácter más íntimo y personal. Lo que contribuye a que, al final de la lectura, se tenga la impresión de conocer, de primera mano, las claves artísticas y vitales que definen y justifican la obra del artista en cuestión.
En este caso, y por desgracia, el libro también ha adquirido un valor de testamento que quizá lo hace, todavía si cabe, más singular e interesante. Félix de Cárdenas, el protagonista de este libro y de esta magnífica exposición, se nos fue en el transcurso de su elaboración, cuando aun nos quedaban algunas cosas importantes por tratar. En todo caso, en él han quedado para siempre recogidas sus últimas reflexiones sobre lo que fue su intensa vida y su extraordinario trabajo. De muchas de las cosas que su repentina muerte no nos permitió hablar he podido, sin embargo, seguir tratando con sus amigos más cercanos que, por eso mismo, he querido incluir también como co-protagonistas en este libro. Su galerista más íntimo como es Félix Gómez y tres de sus colegas más queridos, el también recientemente desaparecido Joaquín Sáenz, Manolo Sánchez y Fernando Ruiz Monedero, a los que yo llamo la “laica trinidad” por ser padre, hijo y hermano artísticos de Félix respectivamente.



Félix de Cárdenas era un idealista, y como todos los idealistas se llevaba mal con la realidad. Tenía con ella una relación problemática que por analogía y, también por coherencia ética, trasladaba a su pintura. Su figuración no es estrictamente realista sino más bien idealista. Ni imita lo que ve ni crea en el vacío. Félix dibujaba o pintaba olvidando a propósito las apariencias y poniendo el foco en la esencia misma de la cosa. La imagen, el motivo, ya fuera éste una de las sugestivas barcas que nos rodean, o un molino o una rica fruta o un pecho de mujer con forma de montaña va tomando cuerpo, acercándose a su plenitud, en paralelo al resto del cuadro, al entorno atmosférico que lo envuelve. Pintar la esencia de la barca, la esencia de la fruta, la idea de cuerpo de mujer sin olvidar el misterio que a todos los envuelve. Sin duda, una tarea al alcance de muy pocos y que Félix de Cárdenas logró, con rigor y mucho trabajo, alcanzar. No quisiera terminar estas palabras sin recordar su faceta de aguafortista que a mí me parece fundamental. No creo exagerar si digo que fue el mejor de su generación y que en algunos de sus grabados alcanzó el nivel técnico y el grado de inspiración de un Rembrandt, de un Goya o de un Morandi, tres de sus más admirados maestros. Amaba la alquimia del taller, le gustaba respirar el perfume del oficio y sentía una profunda emoción por los útiles de grabar.


Siento de veras su ausencia que considero un abuso imperdonable de la vida y lamento en lo más hondo verme obligado a cobrar un protagonismo por este libro y por esta exposición que no me pertenece y que en justicia le corresponde solo a él. Me queda, nos queda el consuelo de que en sus cuadros y en el libro sigue y seguirá vivo para siempre. ¡Viva Félix de Cárdenas!