sábado, 13 de marzo de 2021

Animales Budistas


 

Los animales podrían llamarse, en verdad, budistas: para ellos, de hecho, solo existe el tiempo presente, el aquí y el ahora. No tienen recuerdos ni esperanzas, al menos no como nosotros. Es difícil comprender esta modalidad, porque contrasta profundamente con la estructura misma de nuestra experiencia del mundo, continuamente entretejida de recuerdos y previsiones de futuro, con arrepentimientos y expectativas, con recuerdos y proyectos. ¿Cómo puede funcionar una existencia que transcurre integralmente en el momento presente, unidimensional y, por así decirlo, plana? En realidad, el presente en el que viven nuestros perros y gatos no es en realidad unidimensional ni plano: está plagado de señales, cada una de las cuales activa un recuerdo o una espera, pero solo cuando se produce la señal, solo cuando la señal está presente.

Pongamos un ejemplo. Si nos damos cuenta, los perros nunca nos despiden cuando nos vamos (o cuando uno de ellos se va), mientras que a nuestro regreso están emocionados y nos reciben con efusividad.  En la mente de Luca mi ausencia no significa que esté fuera por un cierto período de tiempo o que quizá regrese pronto, que  pueda o no comer el plato habitual de pienso de su merienda, que haya podido ocurrirme un accidente: nada de eso puede pasarle por su mente. Mi ausencia simplemente significa que ahora no estoy en casa y nada más. Sin embargo, cuando regreso siente mi presencia en ese preciso momento y al verme es como si le iluminara un recuerdo positivo que le trae a su mente la experiencia pasada de nuestro estar juntos. Por eso Luca me celebra y se muestra tan visiblemente feliz.

En otras palabras, la memoria de un perro (o un gato) es un depósito sellado al que solo se accede cuando el presente ofrece un rastro, una pista, una señal. Es una forma de recuerdo prodigiosa: un perro puede recordar a una persona, para bien o para mal, durante años, pero solo cuando la ve de nuevo, la huele o escucha su voz se le activa el recuerdo. Es la experiencia presente la que hace que recuerde el pasado pero sin conciencia de pasado, es decir, sin saber del transcurrir del tiempo, lo que les evita ese pesar tan humano que llamamos melancolía.

 


viernes, 12 de marzo de 2021

La Mirada Mutua

 



                                                  LA MIRADA MUTUA

 

Es la mirada mutua entre los ojos del hombre y los ojos de su perro la que logra establecer un vínculo profundo, más allá del lenguaje, entre ellos. De parecida manera, imagino yo, al vínculo que se crea entre una madre y su bebé la primera vez que sus miradas se cruzan. Un vínculo que se renueva constantemente cada vez que se miran. De vez en cuando Giotto deja de dormir y me mira. Yo, de vez en cuando, dejo de leer o de escribir y miro a Giotto.

Así, Giotto cobra existencia para mí como personaje –como individuo diría yo- dotado de vida, de pasado y de un mundo de experiencias propias y también compartidas en el mismo momento en que yo –su dueño, su garante, su compañero- veo que Giotto me mira y me reconoce como su igual. En ese momento Giotto deja de ser un simple animal y se convierte en su propia identidad, en su nombre verdadero, en lo único que posee en el mundo.

No trato de humanizar a mi perro. Humanizarlo sería traicionar su esencia de perro. Sé que por su naturaleza de animal la experiencia de Giotto está cerrada y es impenetrable para mí. Aún así, a veces creo lograr traspasar esa barrera cuando mi visión se acerca a la del poeta y, como si fuera un rayo de luz, penetra por un instante e ilumina el mundo de mi perro y me ilumina a mí.