sábado, 24 de noviembre de 2012

Balthus, el ausente

Balthus nunca aceptó que su obra pudiera interpretarse explorando en su biografía, sin embargo de pocos pintores podemos conocer -o imaginar- más de su vida con solo ver su obra que de Balthus. Y, hasta cierto punto, es bastante probable que a los cuadros de Balthus les baste con solo ser vistos y mirados sin necesidad de ser leídos o interpretados.

Tanto sus escenas de interior y exterior como sus paisajes poseen una suerte de aristocrático desapego, una discreta falta de implicación emocional que es, precisamente y a la postre, lo que los hace tan atractivos, tan fascinantes. Al imponerse a sí mismo el silencio, ese no querer decir nada, nos obliga a mirar con insólita intensidad aquello que solo acontece en la pintura.
Se me hace muy difícil encontrar en la pintura contemporánea ningún otro artista más ausente y, a la vez, más sofisticadamente intelectual que Balthus.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Mauri, la pintura vivida

El viernes pasado en el Museo de Alcalá de Guadaíra presentamos "Conversaciones con José Luis Mauri", segundo volumen de la colección Palabra de Pintor, una idea que en su día ofrecí al director del Museo y que tuvo a bien editar con el patrocinio de la Diputación de Sevilla. El tiempo pasa ligero y los dos años que median entre este libro y el anterior, dedicado a otro de los grandes de la figuración sevillana como Joaquín Sáenz, nos parecen apenas un suspiro de días entre dos fiestas. Lo cierto es que el viernes 16 de noviembre de 2012 la pintura y la figura de José Luis Mauri consiguieron reunir a un notable conjunto de admiradores que desbordaron las previsiones del propio Museo. Y entre ellos -y es algo que me llena de satisfacción- estaba lo más granado del arte sevillano en ejercicio; nombres como los de Carmen Laffón, Pepe Soto, Teresa Duclós, Santiago del Campo, Nicomedes Díaz Piquero, Paco Cuadrado, Félix de Cárdenas, Guillermo Pérez Villalta, Juan F Lacomba, Juan José Fuentes, Curro González, Patricio Cabrera, Concha Ybarra, Ricardo Cadenas, Antonio Sosa, Magdalena Bachiller, José Manuel Pérez Tapias, Regla Alonso, Ming Yi Chou, Ramón David Morales y a buen seguro algunos más que ahora se resisten a mi memoria elevaron la temperatura artística de la gran sala del Museo hasta niveles de difícil superación. 
Como ya ocurriera con el libro de Joaquín Sáenz, para cuya presentación el Museo consiguió traer su serie de cuadros de la imprenta de San Eloy que se guardan en la Casa de la Provincia, también ahora consideramos que sería oportuno y justo montar una exposición amplia y abarcadora que no solo mirara hacia atrás sino que mostrara todas las etapas e incluyera los diversos géneros que el pintor ha ido tocando a lo largo de sus más de 60 años de ejercicio. Así, podemos encontrar en ella desde sus precoces óleos de Conil, principalmente paisajes de una desacostumbrada y rotunda madurez de estilo que evocan ciertas caligrafías de Van Gogh hasta sus más recientes rincones de los jardines del Alcázar sevillano, vergel que Mauri ha frecuentado desde antiguo y en los que siempre destacan la sabia elaboración del espacio y el soberbio y vibrante uso del color.

Pasear por la exposición es, con toda probabilidad, llevarse muchas y agradables sorpresas. Entre otras razones, porque la obra de Mauri -tanto la de sus primeras décadas como la más reciente- no ha sido, en general y para muchos aficionados al arte, bien conocida. Quizá porque tampoco Mauri se haya esforzado demasiado en ello después de haber visto y comprobado cómo se las gastan y cuáles son las reglas de juego en el mercado del arte.


El Concejal de Cultura, el Sr Alcalde, Mauri y yo



sábado, 10 de noviembre de 2012

A Agustín García Calvo, In Memoriam


A Agustín García calvo, in memoriam


Que Agustín García calvo consiguiera ser funcionario del estado español cuando franco estaba en plenas facultades y ejercía a pleno rendimiento viene a confirmar aquello que decía otro Agustín (éste, de foxá) sobre el franquismo (a saber, que era una dictadura muy atenuada por su propia incompetencia). A dios gracias.
a.García calvo supuso para generaciones de jóvenes estudiantes de filosofía y letras de aquella España tan asfixiante una bocanada de aire libre, libre y puro. Y un estímulo intelectual de efectos psicotrópicos. Fernando savater, Félix de azúa o Miguel ángel Velasco no serían los mismos sin la obra y la figura de este libérrimo humanista paganizante, por ejemplo.
Si los días se pudieran elegir, seguro que García calvo habría elegido el día que murió para morirse. El día de todos los santos, como su último choteo sublime. Filólogo erudito, ensayista lucidísimo, poeta inimitable, brillante traductor de lenguas clásicas y vivas, la ciudad de Sevilla tuvo el inesperado (y quizá también inmerecido) privilegio de disfrutarlo durante casi diez años cuando llegó a principios de los cincuenta para ocupar la cátedra de lenguas clásicas en la facultad de filosofía. Años en los que estoy seguro  enseñó a sus alumnos cosas que, de otro modo, nunca hubieran aprendido porque ninguno de los que por aquí ejercía se las hubiera podido enseñar.
Esta tarde releeré algunos de sus poemas de “Canciones y soliloquios” para que, al menos, su palabra, su música y su pensamiento me consuelen un poco de su ausencia.
Os dejo para compartir la versión musical que Amancio prada hizo de uno de sus poemas más gloriosos “El mundo que yo no viva” y que aquí canta acompañando a María dolores pradera. Poema Ahora literalmente perfecto.



domingo, 4 de noviembre de 2012

Friedrich y el Paisaje (una nota)

Esa unción que concibe el paisaje como un templo, como el rostro de un Dios perturbador y omnipresente, tiene nombre: Caspar David Friedrich. Un hombre de la generación de Hölderlin, Schelling, Hegel o Novalis.
El misterio de sus ruinas sagradas, de sus mares de hielo, de sus bosques neblinosos en los que alienta algo que es muy pobre llamar paisaje traza el clima de desasosiego de un tiempo y un mundo que buscan ya sin demasiadas esperanzas a los dioses a los que Hölderlin acababa de señalarles la puerta de salida.


Si por algo se caracterizan los paisajes de Friedrich es por su dimensión moral.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Las últimas joyas de Braque


Aunque sé que en el gran libro del arte buscar a Braque es encontrar cubismo hoy me gustaría añadir unas notas sobre George Braque sin tener que abundar en el cubismo, ese estilo que él diseñó en 1907.
Ocurre más a menudo de lo deseable que un hallazgo o una idea felices marquen tan profundamente el destino de una obra que el resto pase casi desapercibido. Aunque el resto sea también sustancial. Algo parecido les pasó a otros colegas contemporáneos de Braque como Giorgio de Chirico o Piet Mondrian que no han podido deshacerse de sus respectivas etiquetas de surrealista metafísico y abstracto planimétrico.

braque en su atelier

No sé si muchos aficionados al arte moderno saben que Braque, antes de sus primeros ensayos cubistas, fue un arrebatado pintor fauve, uno de los pioneros junto a Vlaminck, Derain o Matisse, aunque la pasión le duró bien poco, apenas año y medio. En cualquier caso, no fue el cubismo la forma de expresión plástica que cubrió el periodo más largo –y yo diría que fructífero- de su trayectoria como artista. Braque lo supera a principios de los años veinte para adentrarse en lo que se ha dado en llamar su “periodo temático”, que le ocupará por cuatro décadas y en el que perseverará casi hasta su muerte, en 1963. Y digo casi porque durante los dos últimos años de su vida el pintor, en un giro inesperado y fascinante, se va a entregar al objeto, a la tercera dimensión.
Quizá estimulado por la publicación en 1960 de un libro de Christian Zervos sobre sus escasas esculturas y planchas grabadas, Braque empieza a buscar la manera de reproducir en tres dimensiones sus obras más representativas. Pretende esculturizar su pintura. Y es así como entra en contacto con el barón Heger de Loewenfeld, uno de los maestros joyeros más reputados de la vieja Europa. Precisamente de este encuentro nacerá la serie “Las Metamorfosis”, su canto del cisne, su broche de oro como artista.
broche gaea circe
Heger de Loewenfeld recuerda la tarde húmeda de septiembre de 1961 en que se conocieron: “en el transcurso de aquella memorable conversación que mantuvimos durante cuatro horas él apenas habló de pintura sino, sobre todo, de piedras preciosas, no tanto por su valor venal cuanto por su esencia. Me reveló que ya no tenía otro interés que peregrinar al Louvre para disfrutar de los pequeños tesoros griegos y egipcios. Braque reverenciaba el objeto porque según él era al espacio lo que la música al silencio (…) Para él un cuadro no estaba acabado hasta que no diera forma a la idea de la que surgió. Y al no poder alcanzarse el objeto en dos dimensiones, me pedía que lo tradujera a una tercera dimensión porque la felicidad táctil completa a la felicidad visual”.
Esa necesidad vital de poder tocar aquello que se ha pintado y que nació en un papel o una tela fue lo que lanzó al anciano pintor a una actividad frenética y a producir 110 gouaches en los que sintetiza, para su posterior metamorfosis objetual (esculturas, broches, anillos, gemelos o collares), los cuadros que considera mejores de toda su prolífica carrera, especialmente los de su periodo “temático” (1923-1960).
Utilizando el oro y el bronce como base metálica y piedras preciosas y semipreciosas como la esmeralda, el brillante, el ónix o el jaspe rojo Heger de Loewenfeld logra crear una de las colecciones de joyas más originales y deslumbrantes de todo el siglo XX a partir de los gouaches del pintor. Una colección cuyas piezas se siguen buscando hoy por coleccionistas y amantes de la alta joyería en las salas de subasta más conocidas del mundo porque en las joyerías del lujo a precios imposibles  sencillamente no se pueden encontrar.

Collar Alcyone