miércoles, 13 de abril de 2011

Pintores del XX: Soutine

Las manos de Soutine eran huesudas y delicadas e impresionaban a los que las miraban, pero él, en sus autorretratos, nunca se pintó las manos. Las de los demás las retrató una y otra vez con ahínco y devoción. Manos de pasteleros, botones y camareros, niñas de primera comunión y monaguillos. Gente de la calle, un poco desamparada y otro tanto enajenada bajo el uniforme propio de sus oficios. Todas ellas instrumentos del anonimato, formando una orquesta policroma y espeluznante de menesterosos y perdedores entre los que, si alguna vez bajáramos la guardia, podríamos descubrirnos a nosotros mismos.
Soutine fue uno de ellos y, en su atormentada existencia, nunca quiso olvidarlo. Pintor visceral, el más imprescindible de todos los expresionistas, se dedicó a dispararnos paisajes al alma, estrellándolos contra la tela como los de Céret, en los que la naturaleza parece en estado de permanente conmoción. Paisajes de cielos imposibles de belleza que nos siguen asombrando y conmoviendo como cuando la primera vez. Enfermo del estómago, terminó pintando lo que no podía comer, en una suerte de ejercicio compensatorio donde el pincel en el lienzo sustituye al tenedor en la boca.


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