Villa Necchi
Campiglio de P. Portaluppi: Milán años 30
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Villa Necchi Campiglio, P. Potaluppi, 1932-35. Milán |
La primera vez que oí hablar de
Piero Portaluppi fue en casa de Gianni Versace. Recuerdo que cenábamos un grupo
variopinto de invitados entre los que se hallaba un arquitecto de gruesas gafas
redondas –su nombre lo he olvidado- que lo citó con admiración a propósito de
la imagen urbana del Milán de posguerra. Como quiera que yo debí de interesarme
por él me recomendó que fuera a ver una de sus casas más emblemáticas que, a la
sazón, estaba muy cerca de donde vivía Versace y yo me alojaba, en Via del
Gesù, 12.
A la mañana siguiente le pedí a Bob
Wilson unas horas libres –en aquel entonces andaba envuelto, como su asistente
técnico, en los ensayos de la Salomé
de Richard Strauss para la Scala- y
me encaminé al número 14 de Via Mozart con la intención de ver la primera casa
de Portaluppi. Mi ilusión duró poco, justo el trayecto entre las dos calles, porque
la Villa Necchi Campiglio, que así se llamaba, estaba cerrada y nadie me había
advertido que no podía visitarse. Me asomé por entre las rejas de la gran
cancela verde de la entrada, entreví lo poco que podía entreverse del jardín,
parte de los tejados y la espigada chimenea y me volví cariacontecido al
teatro. Era la primavera de 1986 y, hasta muchos años después, no supe que
todavía en aquel tiempo vivían en el chalet las hermanas Gigina y Nedda, las
últimas propietarias de la estirpe de los Necchi.
El arquitecto de las lecorbusianas
gafas redondas me había contado que el mundo de los Necchi era el prototípico
de la alta burguesía industrial lombarda y que en este caso la fortuna se había
amasado a fuerza de fabricar y vender máquinas de coser en una época en que
todas las familias pequeñoburguesas querían tener una. Pero lo que sin duda
espoleó mi curiosidad fue que añadiera, como si tal cosa, que la casa presumía
de una decoración dieciochesca que convivía perfectamente con los diseños
déco-racionalistas de puertas y armarios hechos por el propio Portaluppi.
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Escritorio en madera de brezo con cajones, P. Portaluppi |
Lo cierto es que mi
curiosidad tuvo que esperar más de veinte años para poder ser satisfecha, pero
quizá esa larga espera mereciera la pena porque en el transcurso de esos años
en la casa se operaron significativos cambios que terminaron por hacerla mucho
más interesante, si cabe. No será hasta el 2008 que se abra ya como museo, un
lustro después de que Gigina Necchi la done al FAI (Fondo Ambiente Italiano) y
éste concluya los trabajos de restauración y acomodo. Así que, por fin, en el
verano de 2009, aprovechando unos días en el lago de Como, resolvimos bajar a
Milán con el único propósito de poder conocer la Villa Necchi Campiglio.
Mientras tanto yo había aprovechado el tiempo para hacerme con algunos libros
sobre la obra de Portaluppi en los que descubrí que el arquitecto había
sembrado, durante el periodo de entreguerras, el centro de esta ciudad de más
de una docena de edificios verdaderamente memorables. De ellos me gustaría
destacar tres: el Linificio e Canapificio
Nazionale (1919-38) de larga fachada curva que todavía testifica la inicial
adhesión al gusto déco y a las formas de la Secesión vienesa, el Palazzo della Società
Buonarroti-Carpaccio-Giotto (1926-30), situado en Corso Venezia frente a
unos jardines públicos, un complejo en forma de U fuertemente caracterizado por
su gran pasaje abovedado de aspecto clásico que te conduce hasta Via Tomasso
Salvini y, sobre todo, el edificio residencial y de oficinas donde Portaluppi
alojó su propio estudio de arquitectura (1935-39), en Via Morozzo della Roca, 5.
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Casa estudio de P. Portaluppi, 1935-39. Milán |
Construido en cortina, consta de una
sola fachada pública elegantemente severa que el autor resuelve por medio de
una estricta cuadrícula cartesiana. Toda la superficie está revestida de losas
de piedra y en ella inscribe, a intervalos regulares, las aberturas de las
ventanas cuadradas. La perfecta simetría de la fachada en torno al eje central
que marca la puerta de entrada queda discretamente alterada por la variación
sustancial que supone el basamento que recorre toda la planta baja exterior, a
modo de gran zócalo, al que Portaluppi recubre con una suerte de chapado
metálico cromado, parecido al que se utiliza en la construcción de los trenes,
aviones y automóviles más modernos de la época. El resultado visual consigue
sintetizar la elegancia secesionista con el rigor matemático del primer Movimiento Moderno.
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Detalle de la planta baja exterior, Portaluppi |
Pero dejemos de pasear por la ciudad
y volvamos a la Villa Necchi Campiglio. Será Angelo Campiglio, marido y cuñado
de Gigina y Nedda Necchi, quien le encargue al arquitecto la realización de su
propia vivienda en 1932. Tres años más tarde está acabada. Sin embargo, la familia
pronto empieza a sentirse algo incómoda entre tanta modernidad y termina por
ofrecerle al arquitecto Tomaso Buzzi la reforma interior de ciertas estancias
de la casa con la intención de que tuvieran un aspecto más clásico y
tradicional que imaginamos debió de defraudar bastante los ideales de
Portaluppi. En cualquier caso, su sello sigue siendo evidente, por ejemplo, en
la distribución funcional de los espacios: la planta baja como sede, al mismo
tiempo, de la convivencia familiar y la representación, la planta superior
destinada a las habitaciones privadas y el ático reservado para acoger al
servicio. En el semisótano, que no pudimos ver, el arquitecto situó los
vestuarios y las duchas para uso de la piscina –la primera piscina privada de
Milán, por cierto-, la habitación de la plancha y hasta una pequeña sala de
proyecciones.
Del mismo modo que el arquitecto fue
innovador en el exterior, con la incorporación al jardín de la piscina y la
cancha de tenis, lo fue también en el interior, dotando a la vivienda de los
sistemas tecnológicos más avanzados: ascensor y montacargas internos,
intercomunicadores electrónicos en las habitaciones, portón automático de
entrada a la finca, cajas fuertes blindadas, etc.
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Hall de entrada de la Villa Necchi Campiglio |
Cuando te paseas por la casa y consigues
hacer abstracción de buena parte del mobiliario y decoración añadidos por Buzzi
tienes la impresión de que en este trabajo Portaluppi quiso lograr la “obra de
arte total”, ya superada su primera inclinación déco y ahora bajo unos
parámetros mucho más racionalistas. Del mismo modo, la sobriedad decorativa de
los distintos frentes de la casa vuelve a traslucir su adhesión a las últimas
tendencias arquitectónicas que, como en el edificio de Via Morozzo della Roca
antes citado, el arquitecto incorporará a sus mejores creaciones de los años
treinta y cuarenta.
Con todo, la sorpresa más formidable
me la llevé al contemplar la colección de obras de arte que se exhiben en la
planta baja y que fueron, en su día, propiedad de la galerista e historiadora
del arte Claudia Gian Ferrari. Están aquí por decisión del FAI, institución a
la que, también, esta amante del arte las donó poco antes de su muerte: 44
piezas entre pinturas, esculturas y obra gráfica que recorren, a modo de
sucinta antología, los dos decenios que se conocen artísticamente como Novecento italiano. “La amante muerta”
de Arturo Martini, el “Retrato de Alfredo Casella” de Giorgio de Chirico, dos
bodegones de Morandi y, destacando entre todas ellas en el amplio recibidor de
la casa, “La familia del pastor” de Mario Sironi, la joya pictórica de la
colección.
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"La familia del pastor", óleo sobre lienzo,1929. M Sironi |
¡Qué talento compositivo! ¡Qué atmósfera
tan conseguida, atemporal, laica y sagrada a la vez! ¡Qué capacidad para
sugerir, con solo tres figuras semidesnudas de neutros rasgos en un paisaje
rudo, toda la pesada humanidad del trabajo y la familia! ¡Y qué pintor tan
maltratado!