Con motivo de la exposición que el Museo de Alcalá de Guadaira está dedicando estos días a la obra paisajística de Juan José Gómez de la Torre escribí estas palabras para el catálogo que se ha editado, un texto donde analizo su obra más reciente.
El pintor el día de la inauguración |
"Llama la atención en un hombre
tan circunspecto y de naturaleza tan reservada como la que se deja entrever en
Juan José Gómez de la Torre una obra de pincelada tan brava y de color tan
desinhibido como la suya. Pareciera querer desmentirse como individuo en sus
cuadros y es harto probable que podamos encontrar en ellos ecos de su
personalidad que pasarían desapercibidos en un primer y superficial
acercamiento.
JJGT es un pintor que no se ha
prodigado mucho a la hora de someter su obra al escrutinio público y cuando lo
ha hecho –especialmente en Málaga (su tierra natal) y Sevilla (su ciudad de
aclimatación)- se ha mantenido fiel a las mismas galerías que apostaron por él
desde un principio: ámbitos discretos de repercusión mediática limitada
carentes de la infraestructura necesaria para ofrecer a su obra la visibilidad
que ésta lleva reclamando desde hace años por méritos propios. De hecho, si no
estamos equivocados, esta es la primera ocasión en que un museo público decide programar
una exposición lo suficientemente amplia y representativa de su trabajo, por
mucho que éste se ciña al realizado en los últimos tres o cuatro años.
Paisaje de huerta, óleo sobre lienzo, JJGT |
Desde que en 1989 inaugurara su
primera individual en la Casa de la Cultura de Torremolinos hasta su más
reciente cita en las salas del Ateneo de Mairena del Aljarafe, hace algo más de
tres años, el mundo de JJGT ha venido creciendo en torno a unos pocos temas,
apenas un par: el bodegón y el paisaje. Si acaso, alguna puntual incursión en
el retrato o en el apunte rápido de ciertos animales de granja como el caballo
o los gallos. Ceñida a esos dos géneros y centrada en la interpretación de unos
mismos motivos recurrentes (el agua mansa de río o de laguna, la alquería de
labranza, la agreste campiña, la solitaria barca o, si hablamos del bodegón, la
fruta en el frutero o los útiles del pintor) la pintura de JJGT ha sabido
madurar, a través de un constante y elaborado ejercicio de concentración de la
mirada, en emoción expresiva y rico cromatismo hasta alcanzar, en ocasiones,
los límites de la pura abstracción. A las puertas de ella ha querido dejar más
de un paisaje y no nos parece descabellado que aun siendo un pintor formado y
educado en “el natural” su propia evolución le lleve, en un futuro, a incursionar
por esos derroteros.
¿Qué vemos en un paisaje de
JJGT? Para empezar, toda la agitación que habita en él está en su pincel y su
paleta, no en el paisaje elegido. Es él quien lo agita mientras lo pinta, quien
traslada, por tanto, su propia agitación emocional de la naturaleza al cuadro.
Tanto si su mirada recala en un apacible rincón de huerta como en un anónimo
tramo de río con molino o en una solitaria y melancólica chalana, son los
propios recursos pictóricos –básicamente la línea y el color- los que obran esa
transformación, esa mutabilidad plástica, logrando alborotar sobre el lienzo o
el papel lo que en la naturaleza parece reposar o convivir en avenencia. Un
alboroto que no es solo de carácter óptico sino también psíquico.
Barca, óleo sobre lienzo, JJGT |
Evidentemente, es a eso a lo
que llamamos “estilo”. Un estilo que partiendo de la pincelada suelta,
empastada, de raíz impresionista, asume sin reservas el festín cromático de
ecos fauves en una suerte de
figuración que ya no es, ni mucho menos, realista sino de naturaleza íntima,
una figuración emocional. Paisajes que se revelan de empuje rápido,
probablemente acabados en el estudio en unas pocas sesiones mediante toques
gestuales, muy corpulentos de color, que van cubriendo un esquemático dibujo
previo, cuando lo hay. Una paleta que tiende a apoyarse en una gama de tonos
fríos (azules, verdes, violetas) que buscan el contraste complementario con
localizados puntos de un color más encendido (naranja, rojo, amarillo). Un
punto de vista a menudo frontal, ni demasiado cerca ni demasiado lejos del
motivo, que prefiere los horizontes altos, a veces sin cielo, y que proyecta en
una red de planos sucesivos la ilusión de distancia sin apenas evidencias de
elaboradas perspectivas. Un dibujo previo de carácter reductivo que somete a
las formas al mínimo esencial. Una pintura, en suma, que no pretende la ilusión
tridimensional y refuta, a un tiempo, el claroscuro, el volumen y el modelado,
los tres principales dogmas de la tradición académica.
Bien a través de la mancha en
la acuarela o del toque enardecido, rápido y certero al óleo, los paisajes de
JJGT lo que anhelan y, sin duda, consiguen es la expresividad. Mancha y toque,
así pues, como catalizadores de una personalidad profundamente pasional que ha
sabido descifrar en la naturaleza el pálpito esencial que consuela y no
defrauda.
Finalmente no quisiera dejar de
notar su labor de consumado dibujante, manifiesta sobre todo en su serie de
acuarelas, de un lirismo vivaz y sugestivo. La acuarela es una técnica
endiablada, que exige un doble y constante entrenamiento de la mano y la
mirada. Una buena acuarela solo está al alcance del pintor que incorpora al
exacto conocimiento del color la pericia en el dibujo. Las suyas son
magníficas. Si consiguen evocarnos la gracia de las cosas, el secreto bullir de
la vida y, en suma, nos transmiten mucho más de lo que realmente enseñan es, en
buena parte, por el previo trabajo de dibujo que muchas veces palpita
discretamente por debajo y, otras, solo está pensado. Un dibujo menudo,
nervioso y fluido que alcanza la verdad del motivo, desvelando su auténtico
carácter, precisamente por recurrir a la supresión del detalle y eludir, así,
la acumulación de todo elemento innecesario".
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