Andy Warhol, autorretrato |
Andy Warhol y Joseph Beuys
se sirvieron a lo largo de sus vidas de estrategias opuestas para alcanzar, a
la postre, un mismo objetivo: la autoconsagración del artista. Tomando el
testigo de Duchamp –siempre adelantado en la astuta práctica de convertir la
obra de arte en artefacto conceptual tributario del artista- ambos señalarán
los dos caminos principales por los que el conceptualismo transitaría a partir
de los sesenta del pasado siglo. Por un lado la “representación” warholiana,
del otro, la “presentación” del carismático alemán.
Si a Warhol le animaba la
escenificación del artista como estrella mediática (“Si alguien quiere saber
todo acerca de Andy Warhol solo tiene que mirar la superficie de mis pinturas,
de mis películas, de mí mismo. Ahí estoy, no hay nada más debajo”), a Beuys, en
cambio, le chiflaba el engorde de su propia leyenda como resucitado (recuérdese
la historia de su rescate por unos campesinos de Crimea en 1943), la cual
facilitó, desde entonces, el tema del artista taumaturgo capaz de recuperar
para la sociedad parte de su energía vital perdida por culpa de haber
despreciado sus vínculos con la naturaleza y el cosmos. Su famosa performance de 1974 “Coyote: I like America and America
likes me” es paradigmática en este sentido, y no debe ser entendida tanto en
clave de crítica anticapitalista cuanto en sentido redentorista, a la manera de
un nuevo chamán que utiliza la acción artística como el fraile Savonarola
utilizaba el púlpito.
Joseph Beuys, Coyote... 1974 |
No hay comentarios:
Publicar un comentario