viernes, 13 de noviembre de 2015

¿Qué fue de Eugene Zak?


El Pastor, óleo sobre lienzo c 1911.Zak




Que la fama no solo es caprichosa sino además volátil nos lo recuerda con cíclico tesón también la historia del arte y, dentro de ella, aun con más acento la historia del gusto estético. ¿Quién se acuerda hoy, por ejemplo, de un pintor como Eugene Zak?
No voy a detenerme ahora en sus pormenores biográficos, solo decir que el bielorruso Zak gozó desde muy temprano del éxito de crítica y público (como suele decirse) y que su carrera artística fue lo más parecido a un meteoro fulgurante. Entre los años diez y veinte del siglo pasado su obra copaba los lugares más destacados de salones, museos y galerías de París y Alemania al tiempo que los coleccionistas más pintureros del beau monde, como el barón Henri de Rothschild, aumentaban con sus insistentes compras el precio de sus cuadros hasta alcanzar cantidades de vértigo. Incluso después de muerto (murió joven, sin cumplir los treinta) su mujer abrió en París una galería a la que llamó por su nombre, “Galerie Zak”, con el fin de poder seguir exprimiendo hasta el último de sus jugos plásticos. En nuestro país, sin ir más lejos, un crítico como Eugenio D´Ors (por lo general de fino criterio aunque de verbo pedante) acostumbraba a ensalzarlo hasta el abuso, llegando a compararlo nada menos que con el mismísimo Leonardo da Vinci.

Retrato Viril, 1918. Zak

Todo esto, como es natural, fue olvidándose con el tiempo, pero por mucho que en el suyo rigiera en los destinos del arte europeo inmediatamente posteriores a la Primera Guerra Mundial esa tendencia que los franceses bautizaron, algo después, como “le rappel a l´ordre” (entre nosotros, neoclasicismo), no deja de llamar la atención que un pintor tan menor como Zak ocupara tan destacada posición.
Si como dibujante su mano fue diestra, su tendencia al preciosismo y a la voluta siempre termina por rebajar el carácter de sus retratos y composiciones paisajísticas. En cuanto a los óleos, témperas y aguadas hoy nos parecen  muy alejadas de la gracia a causa de un mal entendido decorativismo y de un exceso de sentimentalidad. Hay siempre en Zak una inflación de sensibilidad resbaladiza apoyada en ciertos recursos de estudiada pedantería que terminan por desgraciar sus obras.
Baste demostrar lo que digo una simple comparación entre “El bebedor” de Zak (1924) y el “Arlequín sentado” de Picasso (de solo un año antes) y probablemente no hagan falta más explicaciones.

El bebedor, 1924. Zak



Arlequín sentado 1923. Picasso




















Nota: Aquellos pocos que supieran de la existencia de Zak seguro que han entendido por qué me he atrevido a compararlo, precisamente, con Picasso.


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