sábado, 17 de marzo de 2012

La Penúltima Estupidez de los Correctos


No paran. Y si por ellos fuera no pararían hasta hacer de este mundo una sociedad ideal, es decir, un laboratorio de replicantes con el chip progresista incorporado, un gulag de ciudadanos buenos. Ahora le ha tocado el turno a Dante. Y la sentencia parece inapelable: la Divina Comedia debe ser expulsada de los planes de estudio de todo país que aspire a ser civilizado. Lo dice Gherush92 que, por lo visto, es una organización internacional dedicada al desarrollo de proyectos de educación en el mundo y que goza de status de consultor especial del Consejo Económico y Social de Naciones Unidas, aunque, por su nombre, parece una clave de correo electrónico.
Valentina Sereni, presidenta de Gherush92, se conoce que ha pasado el lector progresista por todos los cantos del libro y ha detectado que hay demasiadas referencias ofensivas y discriminatorias intolerables para la sensibilidad de un bachiller italiano en proceso de formación. Y, sin más, ha señalado con el dedo acusador los cantos que deben ser retirados del ojo del joven lector: el XIV, el XXIII, el XXVIII, el XXXIV, entre otros. Por racistas, homofóbicos, antisemitas e islamofóbicos.

En el canto XXXIV, por ejemplo, a Judas Iscariote se le representa en las fauces de Lucifer por haber traicionado, según la conocida tradición bíblica, a Jesús por un puñado de monedas. Esto, a los de Gherush92, les parece una insultante fuente de antisemitismo porque “calumnia al pueblo hebreo incitando a convalidar el mensaje de condena a los semitas y de fatal asimilación de Judas con lo judío”. ¿Habrá, entonces, que ir sacando de todas las bibliotecas públicas las numerosas obras en las que un judío o algún miembro de otra religión aparezca marcado con los rasgos de avaro, usurero, prestamista o traidor? Si es así, ya saben, vayan olvidándose de leer El mercader de Venecia de Shakespeare, muchos de los cuentos de Chaucer, ciertos ensayos de Voltaire o célebres relatos de Dostoievski o Balzac, por no seguir contando.

Y, por supuesto, en todo integrismo progresista que se precie no podía faltar el anatema de homofobia. Así, el canto XXVI del Purgatorio debe desaparecer o ser reescrito porque en él los sodomitas son tratados de lujuriosos y viciosos por naturaleza. En fin, da un poco de pereza tener que recordarles a estos buenos samaritanos de la corrección política que con parecidos argumentos deberíamos, sin remedio, proscribir las obras de algunas plumas nada sospechosas, en principio, de homofobia, como las de Oscar Wilde o Tenesse Williams. Dorian Gray no es precisamente un modelo de buen ciudadano y si su vanidad enfermiza le lleva a cometer actos perversos no por ello debe deducirse que todos los gais sean vanidosos y perversos. En cuanto al pobre  Sebastian de De repente, el último verano, su autor nos lo pinta un tanto morboso y desequilibrado (marca de la casa, por lo demás) sin que por ello el colectivo homosexual tenga que verse reflejado de esa guisa. Afortunadamente para los gais es Sebastian y sólo Sebastian el que sufre ese irrefrenable impulso que lo conduce sin remedio a ser canibalizado por sus atractivos verdugos. Porque el abuelo de Juan Goytisolo abusara de su nieto no vamos a condenar a todos los abuelos homosexuales del mundo de pederastas.

Poco importa que todo esto huela a absurdo y a anacrónico. Y que los contextos históricos impusieran entonces otros criterios morales. ¿Es que hay que recordar a estas alturas la distancia de siglos que nos separa de la cultura del pasado? Da igual, en nombre del imperativo progresista conviene depurar todo el pasado que no guste o encaje con sus principios, aunque aquel incluya las páginas más gloriosas de nuestra tradición literaria. ¡Qué importa la gloria literaria si contradice mi discurso! ¡Qué importan, incluso, las reglas del idioma si siento que se vulneran mis derechos!

Si nada menos que el pilar de la literatura italiana y piedra miliar de la formación literaria de los planes de estudio italianos merece ese castigo progresista no quiero ni pensar qué le ocurriría al bueno de Cervantes cuando algún estúpido de estos de lengua hispana se acuerde de él y se fije, por ejemplo, en La Gitanilla o en Los baños de Argel o incluso en Don Quijote. Ya estoy viendo su informe de Torquemada redivivo. Y es que hay algo peor que el racismo, la homofobia y el antisemitismo. Se llama antropofobia.

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