lunes, 12 de marzo de 2012

Dos Nocturnos: a la sombra del Simbolismo en flor

Es evidente que la pintura de nocturnos nunca prosperó con más ahínco que entre las sombras y neblinas del Simbolismo en flor. A lo largo de las tres últimas décadas del siglo XIX se expande por Europa este nuevo estilo artístico que, antes que nada, supone un cambio de paradigma en lo espiritual, un nuevo estado del espíritu más o menos compartido por una amplia generación de artistas, heteróclita y plurilingüe pero que, a pesar de todo, comparte un inequívoco aire de familia. Y la inercia de este movimiento llegará hasta los primeros años del siglo XX. Como tal movimiento el Simbolismo fue bautizado en Francia pero puede decirse que, en realidad, nunca tuvo lugar fijo de residencia. Es tan inglés como polaco, tan alemán como francés. Y si todavía hoy los nombres de Whistler, Moureau, Redon o el mismo Paul Gauguin nos siguen resultando más conocidos no es sino porque trabajaron en París o la utilizaron como rampa de promoción personal y París, ya se sabe, era el epicentro del mundo artístico, el lugar donde se tenía que estar.
Sin embargo, hoy quisiera fijarme en dos nocturnos de dos pintores más periféricos aunque, sin duda, medularmente simbolistas: Jósef Pankiewicz y Harold Sohlberg, polaco uno y el segundo, noruego.

Los cisnes blancos.
La tela de Pankiewicz, notablemente apaisada, es un nocturno radical (y la reproducción resulta así muy deficiente). Se titula "Los cisnes blancos del jardín de Saxe en Varsovia" y en él se adivinan las formas blancas de tres cisnes que parecen dormitar sobre la oscura hierba a la orilla de uno de los estanques del grandioso conjunto barroco que forman los jardines del palacio de Saxe. Iniciado en 1893 este nocturno tiene todas las trazas de estar inspirado en la poesía de Mallarmé, en concreto en el soneto, publicado unos meses antes, que empieza así: "Le vierge, le vivace et le bel aujourd´hui..." Un soneto que protagoniza "un cisne de otro tiempo" que "sacudirá su cuello" por causa de una "blanca agonía". Cisnes, en todo caso, exiliados y fantasmales (como en el poema de Mallarmé) que no son otra cosa que el trasunto animal del propio Pankiewicz, que se veía por aquel entonces en una ciudad (Varsovia, la suya) que no admitía su nueva forma de trabajar, importada de París y llena de colores puros y pinceladas rápidas e imprecisas, y de paso lo condenaba al ostracismo y la oscuridad. Oscuridad que así compartía con la poesía de su admirado Mallarmé. Y como en ella, en su cuadro también un ligero velo cubre la realidad del paisaje, una confusión atmosférica de formas que el ojo del espectador no es del todo capaz de separar. Una sensación general como de sueño, de abandono de la conciencia, que en los cisnes durmientes queda sutilmente reflejada, parace dominar toda la escena.
noche extraña
"Noche extraña" es el segundo nocturno elegido, de Harold Sohlberg. Data, como el anterior, del mismo año, 1893. Los crepúsculos nórdicos son de una enorme vivacidad cromática debido, entre otras razones, a las extremas condiciones de atmósfera y clima de dichos países. Inspirado por una islita de un fiordo cercano a Oslo, este cuadro puede leerse como el perfecto epítome de la obra de Sohlberg: sobre un color previamente elegido -en este caso, el naranja- el artista va matizando una soberbia serie de variaciones que sirven de base o fondo al tratamiento de los detalles de los primeros planos que suelen ser precisos y minuciosos, en este caso, la vegetación sobre las aguas y el cielo.
Por lo demás, las influencias de la vanguardia francesa y un cierto japonismo saltan a la vista no sólo en este paisaje sino en prácticamente el paisajismo entero de este pintor, así como, por supuesto, las tradiciones nórdicas puestas de relieve por pintores canónicos como Friedrich o Johan Dahl. El gusto por la inmensidad de los espacios, la dramatización de los efectos naturales y un cierto romanticismo en el tratamiento de los árboles y la vegetación son claros tributos a la tradición nórdica que aquí, no obstante, aparece sugerentemente renovada por un uso deshinbido del color y por la simplificación de las formas.
Noches inquietantes y levemente espectrales que estos dos nocturnos del Norte deletrean con fuerte acentuación.

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