jueves, 31 de marzo de 2011

Smoke Knows

Si alguien todavía no sabe lo que es una colección privada y contemporánea de lo que aún hoy, más por inercia que por convicción, se sigue llamando arte que se acerque hasta Boadilla del Monte, en las afueras de Madrid, y entre en las salas que la Fundación Banco Santander ha construído ad maiorem Botin gloriam.
Allí se encontrará con una ardilla que acaba de suicidarse (no me extraña después de todo lo que la rodea), un hombre ciber icónico colgado del techo y cuya sangre rebosa en un recipiente de plástico colocado a tal efecto, un ejército de pobres mariposas disecadas, unos enormes y amenazantes tornillos que atraviesan el suelo, un vídeo proyectado sobre dos paredes en el que Zidane corre sin parar tras la pelota, una botella de Coca-Cola que sirve tanto para un pájaro azteca como para un descosido, y así hasta 120 obras más.
A la rica heredera Patrizia Sandretto parece que le ha dado el típico arrebato inversor, arrebato pertinaz pues le dura más de una década, y ahora quiere empezar a sacarle beneficio. Y todo bajo la oportuna supervisión del ínclito Francesco Bonami, del que la Bienal de Venecia todavía no se ha recuperado.
Entre todo ese bazar de bagatelas me quedo con el monumental tapiz de Pae White. Un tapiz tejido digitalmente en el que las volutas, rizos y arabescos del humo del cigarro bailan una narcotizante zarabanda que, al menos, consigue que mi mirada se pierda en un ensueño gratamente intoxicante.

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