sábado, 26 de marzo de 2011

VOLVER
















Siente este temblor de oro que avanza
lentamente y nos conquista y nos derriba.
Llegó el fulgor después del sueño
y las gotas de rocío resbalaban por tu pecho.
Quiero cerrar los ojos y aspirar
el perfume de espigas trituradas de tu cuello.
Quiero poner mi oreja en tu pecho
y escucharlo. Y evaporarme luego en la felicidad
de su latido.

Vuelvo a la infancia de los animales
y oigo el canto amarillo de la oropéndola
y me despego las briznas de hierba de mis párpados
y voy descalzo.
Déjame bajar el dedo por la cuenca de tu espalda
y abandonarme a la tersura de la piel y del olvido.
La rosa que te ofrezco esta mañana
lleva el rojo de mi sangre.
Tómala y no digas nada.
Mira el cielo conmigo con ojo lento y respira
la transparencia de este aire inmaculado.
Y bésame luego despacio y mansamente
hasta que crezcan los trigales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario