Quedan apenas tres semanas para que Adrián Villar Rojas sea bendecido
como artista consagrado. Una de las instituciones con verdadero pedigree en el
panorama artístico occidental, la Serpentine
Gallery de Londres, no ha querido que nadie se le adelante para la ocasión
y a los dos años de haber tomado los votos (de riqueza, producción y
obediencia) en la 54ª Bienal de Venecia (Benesse
Prize incluído), el sumo pontífice Hans Ulrich Obrist, el hombre más
poderoso del mundillo artístico del momento (lo digo para aquellos interesados
en las tontas listas que publican revistas como ArtReview), ha tenido a bien ordenar a Villar Rojas gran sacerdote
del arte contemporáneo.
Proyecto Serpentine Sackler Gallery |
Como digo, la ceremonia se llevará a cabo en Londres y nada menos que
al abrigo de un edificio de Zaha Hadid, la más ortodoxa de las arquitectas del
deconstructivismo arquitectónico tan en boga. La Serpentine se había quedado pequeña y unos filántropos de la cosa
han financiado la Serpentine Sackler
Gallery, al otro lado del puente de la Serpentina, en el codiciadísimo
pulmón verde de los jardines de Kensington. Una segunda capilla de 900 metros
cuadrados (en lo relativo al arte moderno también los espacios tienden a
sobredimensionarse) donde la luz y las sensuales curvas de su cubierta
consiguen disimular su antigua condición de polvorín. Una capilla con voluntad
de “objeto de arte” en la que los contenidos, por supuesto, deben dialogar con el continente.
En fin, que el joven escultor argentino ha sido el elegido para
inaugurarla. Y el dedo arbitral, el del sumo pontífice Obrist, el mismo que ya
lo había pescado para participar en una de sus codiciadas (por todos los
artistas que aspiran a ser alguien en el mundo) maratones de la Serpentine, de
la que es codirector desde 2006. La Map
Marathon (maps for the 21st. Century)
es un macroproyecto en curso que pretende trazar un mapa, provisional pero
de referencia, que recoja algunas de las propuestas internacionales que mejor
sepan acercarse a fenómenos tan actuales como la globalización, los flujos
migratorios y la conciencia de la tierra como casa del hombre, todo
correctísimo y oportunísimo. Ya digo, un ambicioso mapa donde jóvenes y no tan
jóvenes artistas e intelectuales luchan por estar. Precisamente en la maratón
del 2010 conocí a Villar Rojas. Presentaba un proyecto multidisciplinar con
cierto aire de performance. “Songs during
the war” se llamaba y me pareció un chiquillo algo retraído que, sin
embargo, se atrevía con todo: mientras cantaba con voz aniñada versos
apocalípticos en inglés que hablaban de cosas como nuestros antepasados
neardentales y rasgaba sin mucho ánimo unos elementales acordes de guitarra,
nos obligaba (al público) a desplegar un enorme e incómodo poster lleno de números del que no entendí apenas nada. La verdad es
que en el pequeño teatro donde nos convocó había poca gente, puede que para
cubrir dos filas de butacas. Pero Adrián Villar Rojas había conseguido llegar
hasta allí y eso ya era mucho.
Las ruinas del futuro, Bienal de Venecia 2011. |
Claro que antes su galerista de Buenos Aires, Ruth Benzacar, lo había
paseado por todas las Bienales posibles (la de Estambul, la de Cuenca de
Ecuador, la del Fin del Mundo de Ushuaia, y así sucesivamente). Para un chaval
que no alcanzaba los treinta años era, sin duda, ir tan rápido como un
meteorito.
Lo que presentó en Venecia en 2011 fue ya otra cosa, mucho más
grandilocuente e hipertrofiada. “Las ruinas del futuro” la llamó (por cierto,
el título se lo tomó prestado a Don DeLillo), y cumplía con los principales
requisitos de la instalación contemporánea comme
il faut: específica, espectacular y esperpéntica. Un paisaje de restos
arcillosos con voluntad de ruina arqueológica pero con pinta de atrezzo del Planeta de los Simios. El
profesor y crítico de arte argentino Rodrigo Alonso dijo que eran “monumentos a
una memoria ignota y metáforas de una resistencia silenciosa”. A mí más bien me
parecen despojos sobrantes de un taller fallero para el que no hay adjetivo
menos adecuado que “silencioso”.
No sé si para la inauguración de la Serpentine Sackler Gallery el joven Villar Rojas nos tiene
reservados algunos más de sus fosilizados parientes muertos o si ha optado por
algo más tonificante, pero estoy seguro de que sea lo que sea nos sorprenderá y
apabullará con su rotunda presencia porque, en realidad, de eso es de lo que se
trata.
Hay un libro, sustancioso en cuanto a datos, y ademas divertido de Philipp Blom, Años de vertigo, en que la tesis principal es la similitud (social, cultural, economica, etc) entre los comienzos del S.XX y estos que vivimos del S.XXI...interesantisimo...me parece.
ResponderEliminarY este articulo tuyo me ha remitido al capitulo referente a la decadencia del Imperio Austro-Hungaro, focalizado principalmente en la Viena de Preguerra.
Si tienes ocasion, consultalo.
Lo haré, el libro promete. Gracias.
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