El arte contemporáneo no
es que no me interese pero me emociona muy pocas veces. Por eso cuando de
pronto te hallas ante un artista como Eugeny Antufiev sientes unas
irrefrenables ganas de llorar de puro agradecimiento.
Eugeny Antufiev, nacido en
Kyzyl, al sur de Siberia, en 1986 es inauditamente joven para ser tan sabio. Ha
expuesto ya un par de veces en su inmenso país (en 2009 en San Petersburgo y
tres años después en Moscú, donde alterna sus estancias junto con Kyzyl,
capital de su república de Tuva) y yo he tenido la bendita suerte de haber
podido estar en el momento justo en el lugar adecuado, su presentación
bautismal en el continente europeo.
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Sede de la Colección Maramotti, Max Mara. |
A principios de este
verano mi curiosidad me llevó a Reggio Emilia, la cuna del gran Ludovico
Ariosto, a entretenerme unos días por entre sus iglesias y monumentos y a
conocer, de paso, la discreta aunque digna colección de arte contemporáneo del
señor Achille Maramotti, fundador del imperio textil de Max Mara. Una visita
para la que hay que concertar cita previa y que te reserva sorpresas que, en
líneas generales, superan con holgura el nivel convencional al que nos tiene
acostumbrados el arte de nuestro tiempo. Nombres como Francis Bacon, G.
Baselitz, Alberto Burri, Giovanni Anselmo, A. Kiefer y demás panoplia asidua a
los nuevos templos del arte actual están elegidos con bastante tino y evidente
generosidad adquisitiva. Pero daba la casualidad de que la institución había
invitado a un joven ruso a exhibir su obra en el espacio dedicado a las
exposiciones temporales. Un joven artista ruso que, por si fuera poco, viajaba
con su obra a Europa para exponer individualmente por primera vez fuera de su
patria. Y yo, que nunca había ido hasta entonces a Reggio Emilia, estaba allí
para verlo y quizá también para poder reconciliarme otra vez con el arte de mi
tiempo.
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Altar, E. Antufiev |
Lo primero que sentí al
ver su obra es que Antufiev era alguien sincero y que me hablaba desde el
corazón y la cultura a la vez. Intuí en seguida que debía de haber estudiado
minuciosamente a sus padres y, en concreto, a J. Beuys y puede que asimismo al
Povera italiano. Su poderoso y fluido manejo del símbolo lo emparentaba con lo
mejor del primero y su preferencia por los materiales modestos y su despliegue
espacial parecía hacer un guiño a los segundos.
Antufiev muestra una
habilidad portentosa a la hora de poner en acción una variedad de materiales y
objetos sin aparente relación – telas, cristales, piedras, huesos, dientes,
cola, insectos, mármol, serpientes- que terminan formando un micro-macrocosmos
de gran potencia poética, en una onda muy cercana a las operaciones alquímicas.
Y lo hace deliberadamente todo con sus propias manos: cose, borda, talla la madera,
hierve los huesos y todo adquiere en el proceso el valor de un ritual. La
primera impresión puede que te aturda y desconcierte pero basta quedarse un
rato frente a sus altares salvajes y sus paradójicas instalaciones para
percibir que todo cobra sentido y que éste está necesariamente vinculado a la
cultura de su tierra natal (Siberia) donde la práctica chamánica todavía está
viva.
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Instalación, E. Antufiev |
En esta exposición de
nombre tan largo como significativo (Doce,
madera, delfín, cuchillo, plato, máscara, cristal, huesos y mármol: fusión)
Antufiev consigue llevarnos a un territorio perceptivo muy pocas veces
frecuentado así de bien por el arte contemporáneo, donde los materiales
abandonan su identidad natural para poder entrar en una dimensión arquetípica.
Y por si alguna duda quedara
todavía el artista aclara: “A raíz del hundimiento general del espacio del
mito, el conocimiento de lo mítico ha de convertirse en la base de la
creatividad y de una cierta percepción de la realidad”. Más claro agua.
Que sea tan joven y que venga
de tan lejos es secundario. Aunque bien pensado, no tanto. Tendría su encanto
que viniera de Siberia el artista que se atreviera a poner de nuevo las cosas
en su sitio.
Magníficamente escrito, muchas gracias. Un artista a seguirle la pista, no cabe duda. A mi el arte contemporáneo me emociona muchísimas veces...
ResponderEliminarViniendo de ti agradezco doblemente esas palabras. Un abrazo.
EliminarFran, quisera que conocieras a este artista húngaro: http://tiborzsolt.com
ResponderEliminarEncuentro coincidencias aunque Zsolt es de una generación anterior.
Saludos
Querida Olga, gracias por el enlace, había oído hablar del artista (puede que en las páginas de Carmina) y tengo que verlo con más detenimiento. Hay similitudes y líneas de trabajo parecidas aunque encuentro a Zsolt mucho más intelectualizado.
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