viernes, 30 de agosto de 2013

Eugeny Antufiev, artista del futuro



El arte contemporáneo no es que no me interese pero me emociona muy pocas veces. Por eso cuando de pronto te hallas ante un artista como Eugeny Antufiev sientes unas irrefrenables ganas de llorar de puro agradecimiento.
Eugeny Antufiev, nacido en Kyzyl, al sur de Siberia, en 1986 es inauditamente joven para ser tan sabio. Ha expuesto ya un par de veces en su inmenso país (en 2009 en San Petersburgo y tres años después en Moscú, donde alterna sus estancias junto con Kyzyl, capital de su república de Tuva) y yo he tenido la bendita suerte de haber podido estar en el momento justo en el lugar adecuado, su presentación bautismal en el continente europeo.

Sede de la Colección Maramotti, Max Mara.

A principios de este verano mi curiosidad me llevó a Reggio Emilia, la cuna del gran Ludovico Ariosto, a entretenerme unos días por entre sus iglesias y monumentos y a conocer, de paso, la discreta aunque digna colección de arte contemporáneo del señor Achille Maramotti, fundador del imperio textil de Max Mara. Una visita para la que hay que concertar cita previa y que te reserva sorpresas que, en líneas generales, superan con holgura el nivel convencional al que nos tiene acostumbrados el arte de nuestro tiempo. Nombres como Francis Bacon, G. Baselitz, Alberto Burri, Giovanni Anselmo, A. Kiefer y demás panoplia asidua a los nuevos templos del arte actual están elegidos con bastante tino y evidente generosidad adquisitiva. Pero daba la casualidad de que la institución había invitado a un joven ruso a exhibir su obra en el espacio dedicado a las exposiciones temporales. Un joven artista ruso que, por si fuera poco, viajaba con su obra a Europa para exponer individualmente por primera vez fuera de su patria. Y yo, que nunca había ido hasta entonces a Reggio Emilia, estaba allí para verlo y quizá también para poder reconciliarme otra vez con el arte de mi tiempo.

Altar, E. Antufiev
Lo primero que sentí al ver su obra es que Antufiev era alguien sincero y que me hablaba desde el corazón y la cultura a la vez. Intuí en seguida que debía de haber estudiado minuciosamente a sus padres y, en concreto, a J. Beuys y puede que asimismo al Povera italiano. Su poderoso y fluido manejo del símbolo lo emparentaba con lo mejor del primero y su preferencia por los materiales modestos y su despliegue espacial parecía hacer un guiño a los segundos.
Antufiev muestra una habilidad portentosa a la hora de poner en acción una variedad de materiales y objetos sin aparente relación – telas, cristales, piedras, huesos, dientes, cola, insectos, mármol, serpientes- que terminan formando un micro-macrocosmos de gran potencia poética, en una onda muy cercana a las operaciones alquímicas. Y lo hace deliberadamente todo con sus propias manos: cose, borda, talla la madera, hierve los huesos y todo adquiere en el proceso el valor de un ritual. La primera impresión puede que te aturda y desconcierte pero basta quedarse un rato frente a sus altares salvajes y sus paradójicas instalaciones para percibir que todo cobra sentido y que éste está necesariamente vinculado a la cultura de su tierra natal (Siberia) donde la práctica chamánica todavía está viva.

Instalación, E. Antufiev
En esta exposición de nombre tan largo como significativo (Doce, madera, delfín, cuchillo, plato, máscara, cristal, huesos y mármol: fusión) Antufiev consigue llevarnos a un territorio perceptivo muy pocas veces frecuentado así de bien por el arte contemporáneo, donde los materiales abandonan su identidad natural para poder entrar en una dimensión arquetípica.
Y por si alguna duda quedara todavía el artista aclara: “A raíz del hundimiento general del espacio del mito, el conocimiento de lo mítico ha de convertirse en la base de la creatividad y de una cierta percepción de la realidad”. Más claro agua.

Que sea tan joven y que venga de tan lejos es secundario. Aunque bien pensado, no tanto. Tendría su encanto que viniera de Siberia el artista que se atreviera a poner de nuevo las cosas en su sitio.

4 comentarios:

  1. Magníficamente escrito, muchas gracias. Un artista a seguirle la pista, no cabe duda. A mi el arte contemporáneo me emociona muchísimas veces...

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  2. Fran, quisera que conocieras a este artista húngaro: http://tiborzsolt.com
    Encuentro coincidencias aunque Zsolt es de una generación anterior.
    Saludos

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    1. Querida Olga, gracias por el enlace, había oído hablar del artista (puede que en las páginas de Carmina) y tengo que verlo con más detenimiento. Hay similitudes y líneas de trabajo parecidas aunque encuentro a Zsolt mucho más intelectualizado.

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