Cuando tropiezo y me tambaleo y a tientas debo palpar las piedras del camino y me visitan de noche las avispas y una horrible voz de la caverna repite despacio y muy cerca de mi oído que lo que hago es inútil y vacío y a punto estoy de perder definitivamente la fe en lo que hago, me acuerdo de un poema de John Keats. Y me lo recito. De tanto haberlo leído lo he memorizado. Y su recitado me consuela. Me consuela y creo que me salva. "Esta mano viva" se llama.
Esta mano viva, ahora tibia y capaz
de apretar con fuerza, si estuviera fría
y en el glacial silencio de la tumba,
de tal modo hechizaría tus días y congelaría tus sueños
que desearías vaciar tu corazón de sangre
para que en mis venas roja vida fluyera de nuevo
y tu conciencia se calmara -la ves, aquí está-
hacia ti la tiendo.
Giotto, Assisi. |
Hermoso comentario y hermoso poema de Keats, que no conocía. Para detenerse y repensarlo con muchísimo sosiego...
ResponderEliminar