miércoles, 9 de noviembre de 2011

Cézanne y sus colegas

Es evidente que a Cézanne su caracter no le ayudó mucho a hacer amigos. Además de evitar a conciencia una formación académica (prefirió copiar y copiar a los maestros del XVIII en el Louvre) Cézanne nunca se caracterizó por un talante contemporizador o por confiar en las relaciones sociales su ascendente artístico. Si en Aix-en-Provence no le entendían, en París directamente se las hicieron pasar canutas.
En 1905, un año antes de la muerte del pintor y cuando ya era reconocido públicamente como una influencia por los más prometedores artistas del momento, Charles Morice en su Estudio sobre las tendencias actuales de las artes plásticas, publicado en el Mercure de France hacía a los artistas esta pregunta: "¿Qué diría usted de Cézanne?". La lista de pintores interrogados es abultada. Lean, como muestra, las siguientes respuestas:
L. de la Quintinie: "Cézanne es un gran artista al que le falta educación".
Gabriel Roby: "Cézanne posee un gran temperamento, pero no se ve en él ningún desarrollo consciente".
Henri Hamm: "La sinceridad evidente de Cézanne me seduce; su torpeza me asombra."
Victor Binet: "Nada que decir de los cuadros de Cézanne. Eso es pintura de pocero borracho."
Adolphe Willete: "Le apuesto lo que sea a que nunca me gastaré seis mil francos en comprar tres manzanas de lana encima de un plato sucio".
Albert Besnard: "¿Cézanne? Un bello fruto amargo."
Ignacio Zuloaga: "Me gusta Cézanne en sus telas buenas."


Hoy sólo podemos leer con inmensa piedad todas estas opiniones de aquellos que fueron sus colegas que, por lo demás, el tiempo y sus vaivenes ha ido oscureciendo hasta hacerlos prácticamente opacos mientras la pintura de Cézanne permanece invulnerable y sigue sumando enteros para la delicia de sus muy afortunados propietarios.

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