Crecí en la soledad de mi jardín de Brabante, entre flores, piedras, saltamontes y ranas. La inocencia únicamente la he podido compartir con las fieras. Mi vida, desde entonces, ha sido un rosario de desgracias. Mis padres no tardaron en casarme con un soberbio noble de vastas heredades. Viví en un riguroso castillo de altos torreones cubiertos de pizarra. Me vi rodeada de altivas damas de compañía e insolentes mayordomos de oscuros atavíos. No supe tener hijos ni coraje suficiente para tratar a cada uno según su gobierno. Y acabé por sentirme cautiva, difamada, vendida.
Perdí toda esperanza en la justicia de los hombres y resolví retirarme al monte para así recuperar mi inocencia perdida. En su espesura me hice madre y amamanté a mi hijo con la leche de las ciervas y cubrí su cuerpo con el pellejo de una oveja y arrullé su sueño con el aullido de los lobos.
Perdí toda esperanza en la justicia de los hombres y resolví retirarme al monte para así recuperar mi inocencia perdida. En su espesura me hice madre y amamanté a mi hijo con la leche de las ciervas y cubrí su cuerpo con el pellejo de una oveja y arrullé su sueño con el aullido de los lobos.
("Tumbada junto al lobo", lápiz y tinta china sobre papel, Kiki Smith, 2001)
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