jueves, 17 de marzo de 2016

HACER SIN MANOS

Vivimos en un tiempo sin manos, en la simple edad del ojo, y es así como vamos irremediablemente alejándonos de la verdad de las cosas, de su compleja hechura. En la medida en que nos olvidamos de hacer las cosas con las manos perdemos el contacto con su esencia y desdeñamos los secretos aprendidos con esfuerzo. El ojo, ese órgano consumista y pasivo, tiende a convertir todo en representación, como si lo existente, lo que siempre ha estado ahí y ocupa un espacio y pesa y tiene tacto fuera una simple sombra filosófica más en la infinita caverna luminosa de internet. 
Pero un teclado no es igual que una herramienta de trabajo y, por tanto, no es capaz de guardar la memoria de la mano que se gastó y se deformó de tanto utilizarla y que a fuerza de sudar y apretar la herramienta dejó su forma en ella.



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