viernes, 28 de diciembre de 2012

Cenotafio

La sonoridad de la palabra cenotafio tiene un algo de ignoto y augusto y te deja un sabor tan griego en la boca que quizá por eso me gusta tanto. En el alucinante relato de Danilo Kis "Una tumba para Boris Davidocich" me he encontrado con este párrafo:

"Los antiguos griegos tenían una costumbre digna de respeto: a las víctimas de un incendio, a los arrasados por el cráter de un volcán, a los sepultados por la lava, a los desmembrados por las fieras o a los que los tiburones habían destrozado, a los desgarrados por los buitres en el desierto, les construían en su patria los conocidos como cenotafios, tumbas vacías, porque el cuerpo es fuego, agua y tierra, pero el alma es alfa y omega y es a ella a quien se debe levantar un santuario".

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