Hill House |
Podríamos haber elegido el ejemplo
canónico de la Escuela de Arte de Glasgow, su ciudad, dos años anterior a esta
casa y obra inevitable en cualquier monografía que se precie de arquitectura Art Nouveau europea, pero a nosotros nos
gusta mucho más esta su Casa de la Colina, proyectada como poderosa y compacta
forma blanca, visualmente más coherente que la impresión de discontinuidad que
nos produce su icónica Escuela de Arte (conjunto de espacios asombrosos pero
inconexos, sin una lógica que los articule visualmente).
Acceso principal |
Mackintosh levantó la casa, con planta
en forma de U, para su amigo el editor Walter Blackie sobre una gran colina
verde con vistas al río Clyde en Helensburg, no lejos de Glasgow. Allí se alza
como robusta fortaleza de asimétricos volúmenes y planos que se cortan, como el
moderno eco de un clásico castillo escocés, sin decoración en sus claras y
distintas fachadas, pero abigarrado de chimeneas, prismas, torres y tejados a
dos aguas que hacen de él una forma inolvidable. Y frente a esa volumetría
ruda, enorme y muda de su aspecto exterior, el interior se nos presenta como un
exquisito muestrario de trabajos artesanales de la madera, el cristal, los
metales o la pintura, de una absoluta coherencia orgánica como conjunto, cuyo
único objetivo es la consecución de unos espacios despejados y unos ambientes
confortables y serenos. Y aquí se hace obligado y de justicia citar el nombre
de su mujer, Margaret Macdonald, cerebro principal del interiorismo de esta
casa, que junto a Mackintosh configuró la personalidad de cada espacio,
diseñando todo el mobiliario, desde las lámparas hasta los engastes de metal
batido o vidrio emplomado, con sus conocidas y fantasmales figuras femeninas.
La casa se puede visitar y llegar hasta
ella desde Glasgow apenas nos toma media hora en autobús.
Detalle de interiores, primera planta |
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