martes, 2 de junio de 2015

Pintar personas, pintar figuras

Después de mucho ver y contemplar e irremediablemente analizar retratos de tantos pintores aquí y allá, antiguos y modernos y dispersos por el mundo, no puedo evitar hacerme la misma pregunta, ¿qué es lo que ha pintado, una persona o una figura? No me lo pregunto con ningún afán capcioso ni por deformación clasificatoria alguna ni, mucho menos, para poder formular un juicio estético completamente ajeno a la naturaleza de esa pregunta. Me la formulo por el simple gusto de saber y por querer ponerme, hasta donde alcance, en el lugar de ese pintor, por conocer un poco más de su “actitud” frente al retrato y frente al retratado.
Creo que hay un diferencia notable entre el pintor que pinta personas y el que prefiere pintar figuras. Para empezar, el primero debe abstenerse de echar mano de su memoria, por un lado, y de la fotografía por el otro. El pintor que pinta personas pinta algo que no se puede inventar y que no se puede reproducir, algo que él no ha creado ni podrá crear nunca. La suya no es una mirada omnisciente sino más bien una mirada sometida, supeditada a un cuerpo que vive y que, por tanto, es imperfecto, limitado y único. En este sentido, pintar una persona es asumir un reto fabuloso  y conseguirlo, una hazaña de proporciones épicas.
En cambio, el pintor que pinta figuras lo hace con otra mirada que puede ayudarse de la memoria y de cualquier otro dispositivo a su alcance. Incluso si la figura mantiene una escrupulosa fidelidad con su modelo no dejará de ser, básicamente, una imagen, algo que se colma en su visibilidad, en su superficie. Las hay bellísimas, como las Madonnas de G. Bellini o las mujeres de Puvis de Chavannes.
Las personas, sin embargo, tienen una visibilidad externa pero una invisibilidad de fondo que solo en contadas ocasiones puede llegar a ser desentrañada en la pintura. Creo que ciertos pintores, algunas veces, han logrado alcanzar ese fondo y elevarlo a la superficie, como Antonello da Messina en los viejos tiempos o Lucien Freud en nuestros días.


Retrato de un hombre, Antonello da Messina


Madonna Dudley, G. Bellini

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