Of Canyons and Stars |
Quizá convendría aclarar que estos cuatro lienzos forman parte de una serie más amplia, compuesta por doce piezas de idéntico formato que parecen hacer eco visual a los doce movimientos que integran la obra musical de Olivier Messiaen “Des canyons aux étoiles” (De los cañones a las estrellas). Así tituló también Simon Zabell –aunque con una ligera variación en inglés- el ciclo de trabajos que le mantuvo ocupado buena parte del 2012 y que en Sevilla, por ejemplo, pudimos ver en la galería Alarcón Criado al año siguiente. Los cuatro están expuestos en las salas de la Biblioteca de Andalucía de Granada a resultas de una colectiva rotulada “Acordes” donde los acabo de volver a ver.
Como viene siendo habitual en Zabell, con lo que nos topamos
es con un lento trabajo de reconstrucción plástica de naturaleza perceptiva. Un
trabajo seriado de reposada elaboración intelectual que surge a partir de una
experiencia que se origina fuera del ámbito de la pintura aunque dentro del más
amplio espacio de la cultura. A primera vista y sin las siempre, en su caso,
imprescindibles referencias a sus fuentes de inspiración –yo las llamaría
“descargas desencadenantes”- los cuatro lienzos podrían pasar por pinturas
abstractas. Sin embargo, ni son pinturas ni son abstractas. En realidad, lo que
vemos son sucesivas impresiones de plóter superpuestas sobre los lienzos de
fragmentos de las partituras de la obra de Messiaen. Así pues, tanto en el
fondo como en la superficie, música impresa, que no pintada. Y su misma
ininteligibilidad musical las convierte en algo parecido a un paisaje, hasta
tal punto de alcanzar la tridimensionalidad espacial, es decir, una experiencia
física.
No me parece de más, a este respecto, volver un momento a la
música de Messiaen, la descarga desencadenante. Es conocido el dato de que el
compositor francés compone su obra a raíz de un encargo del Lincoln Center para conmemorar el
bicentenario de la Declaración de Independencia de los EEUU. Con tal motivo
viaja a Utah donde queda conmovido por la visión de las impresionantes
formaciones rocosas del Parque Natural de Bryce
Canyon. Un paisaje seriado y superpuesto de verticales pináculos rocosos de
una monocromía muy parecida a la provocada por el láser del plóter en las
cuatro telas de Zabell.
Parque Natural de Bryce Canyon, Utah |
Como pasa con el resto de su obra, si algo necesitan estas
telas es una lenta digestión visual y acaso la lectura de una nota a pie de
página porque nos encontramos delante de un artista ante el cual el ojo, para
mejor ver, necesita tanto del oído como de la lengua.
Lo dijo con palabras mucho más luminosas –como ocurre con
desconcertante insistencia para irritación del crítico- otro artista, en este
caso, además, buen amigo:
“La obra de Simon Zabell se sitúa en un extraño terreno
dentro de la posibilidad narrativa (…) Su objetivo siempre ha sido reformar
plásticamente la imagen de la que parte para que los elementos que la
constituyen dimensionen una nueva escena (…) Así, el famoso “momento pregnante”
pictórico colapsa en sus cuadros, dando paso a una especie de “presente
continuo” donde la mirada real y la representación convergen (…) La narración,
por fin, queda congelada para deshacerse de artificios externos y potenciarse
con los internos, es decir, con los valores plásticos que le son propios”.
Jesús Zurita lo dijo, y yo no tengo nada más que añadir.
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