jueves, 10 de enero de 2013

Rosso Fiorentino, pintor del Pathos


La mayoría de los dibujos de Rosso Fiorentino son estudios de figuras, a menudo desnudas, que con bastante probabilidad servían de ensayo o preparativo a pinturas de mayor tamaño y complejidad. Sin embargo, esto no fue así en todos los casos. Este dibujo, no. 6478f del inventario del Gabinetto dei Disegni de los Uffizi, tiene trazas de ser un dibujo independiente de carácter más privado o espontáneo hecho seguramente por el artista para probar gestos y actitudes que le interesaban por cualquier motivo.

Si nos fijamos en este dibujo hecho a lápiz de sanguina sobre papel (37x17,8 cm) es, más que nada, porque ya en él se pueden observar los rasgos principales del modo de hacer un tanto excéntrico que caracterizará la primera etapa de la pintura de Rosso. Fechado alrededor de 1522, antes de su viaje a Roma donde coincidirá con Miguel Ángel, en él se representa a una mujer desnuda en una artificiosa postura claramente antiacadémica, opuesta al ideal que imperaba en su época. No olvidemos que Rosso se forma en el taller de Andrea del Sarto en un ambiente artístico en el que la imagen del cuerpo era tratada como compendio de las virtudes humanas a través de técnicas y recursos pictóricos cada vez más sofisticados y orientados a conseguir una potente, emocionante y absolutamente ilusoria simulación de presencia. En este sentido habría que recordar las palabras que Angelo Poliziano dedicó a Fra Filippo Lippi en su epitafio: “con mis dedos animaba las pinturas sin vida y tan bien engañaba a la mente que ésta esperaba que hablasen”. En definitiva, dedos de pintor, ejercitados a conciencia para que el esplendor de la vida brille en cuerpos inertes.
Contra estos supuestos es contra los que se revolverá un pintor como Rosso Fiorentino, que siempre vio con irónica desconfianza la propensión de ciertos colegas a creerse divinos y a alimentar ese culto. Para Rosso el impulso de la creación artística, lejos de estar motivado por una “divina inspiración”, se aproxima peligrosamente a un estado de “sombría locura”, a una suerte de posesión, a lo que en italiano se llama estar “spiritato”.
Esta mujer del dibujo de Rosso en absoluto cumple con la normativa canónica del cuerpo renacentista que seguía, de algún modo, vinculada aún a la estética petrarquista del ideal femenino. Muy al contrario, en ella se evidencian la vulnerabilidad de la carne y las primeras señales de los estragos de la edad. Tanto su actitud corporal como su expresión facial nos llevan a pensar en la finitud de la vida y a tomar conciencia de la cercanía de la muerte.
La técnica del dibujo enfatiza los atributos distintivos del cuerpo femenino (pechos, glúteos, vientre y rostro) sin idealización alguna, más bien al contrario, y el rostro en concreto está imbuido de una tristeza profunda en la mirada que roza la desesperación. Lo que el pintor parece querer resaltar es la materialidad de un cuerpo que obedece a un característico pathos que lo hace ostensiblemente distinto de los divinos cuerpos heroicos de los dibujos de un Miguel Ángel, por ejemplo.
Aunque esta pobre mujer desnuda no nos parezca grotesca, su angustiada presencia y su anti-idealizada pose nos sugieren una concepción patética de la vida, de alguna manera parecida a la poesía naturalista y un tanto paródica de un poeta contemporáneo como Francesco Berni.


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