domingo, 18 de diciembre de 2011

Lírica de la Desolación

Picasso incubó las más desasosegantes negruras del arte del siglo XX pero no cayó jamás en ninguna de ellas. Su propia formación artística, concienzuda y rigurosamente clásica, y su energía vital desbordante de mediterráneo latino seguramente le supieron mantener a buen recaudo de toda caída en el abismo.
Sin embargo, ¿qué fue lo que ocurrió para que a su inmediata generación posterior ya no le fuera posible sino vagar entre tinieblas?
Acabo de ver la interesante retrospectiva de Alberto Giacometti que ha organizado, precisamente, el Museo Picasso de Málaga. Por otra parte, tengo encima de mi mesa el completo catálogo que el MOMA de Nueva York ha editado a propósito de su exposición, también retrospectiva, de Willem de Kooning. Y la contemplación de ambas obras me ha llevado a revisar los cuadros de Francis Bacon. Tres figuras, sin duda, claves para entender los nuevos modos de abordar la figuración en el siglo XX.
Lo primero que me ha llamado la atención es el alto grado de afinidad que los tres artistas muestran cuando deciden enfrentarse a la figura humana y, en concreto, al retrato: frontalidad, deformación expresionista, despojamiento expresivo y encaje opresivo en el espacio.
cabeza de hombre, Giacometti
Si algo común en ellos nos llega y, de algún modo, nos desborda es una agotadora intensidad. Los tres parecen exorcizar temperamentos complejos y atribulados por unas circunstancias -sociales y personales- que en ningún caso parecen controlar.
Woman I, de Kooning
Los tres deambulan por ese estrecho margen de lo que yo llamaría la "lírica de la desolación", una especie de correlato plástico de la narrativa de un Samuel Beckett, estricto contemporáneo de ellos. Es probable que en el caso específico de De Kooning esa lírica roce la complacencia en lo feo.
Y, finalmente, me resulta una coincidencia curiosa que ninguno de los tres haya elegido la abstracción como válvula psicológica de escape, así como que su origen geográfico y cultural haya que buscarlo en los fríos mares y lagos del norte de nuestra vieja Europa.

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