sábado, 21 de julio de 2012

Al fondo,la playa, según Sáenz

Un interior abierto a un exterior. Una naturaleza que se cuela por la ventana. Estamos ante una obra no solo bidireccional sino también ambivalente. Un interior en el que cobra tanta importancia plástica el exterior no puede ser calificado de interior. Una naturaleza que solo puede asomarse por el ventanal no alcanza la categoría de paisaje. ¿Está el tema dentro o fuera? ¿Hay tema o, tan solo, una promesa, al fondo, de felicidad?

La cita de Bonnard no es, por otra parte, ninguna revelación. Observamos el mismo amor por los objetos cotidianos, por los lugares íntimos y por las vistas, por el verde frescor de la vegetación y por los azules del cielo y del mar, por la luz del mediodía. Asistimos a una celebración callada que transcurre sin apenas movimiento, en un altar luminoso y profano donde yacen algunas pocas cosas esenciales: unas plantas, un libro abierto con ilustraciones que se dejó sobre la mesa para ser retomado, una mecedora con el cojín aun caliente, un tapete de alegres flores que parecen conversar con las reales de afuera, una acogedora mesa para los placeres reposados y una rústica persiana enrollada que deja el hueco para el disfrute de una naturaleza en sazón. Indicios más que suficientes para pensar que lo que realmente el pintor celebra es su relación con los objetos y la comunión de éstos con la luz.

Así como refulge la sintonía entre naturaleza y civilización, se adivina una simbiosis entre el objeto y la luz: la presencia del objeto no es lo relevante aquí, sino el estudio de sus tonalidades según la luz que los anima. Lo orgánico en Joaquín Sáenz siempre es el aire. Aquello que nos permite disfrutar de la lenta y vibrante disolución de los objetos en la atmósfera.
También el encuadre quiere aparentar lo más sencillo y natural posible. Así, el ventanal se nos presenta de frente. Es el encanto del cuadro dentro del cuadro, de ese balcón abierto sobre un espacio absorbido por la luz, y no tanto para buscar la perspectiva como para poder evocar un radiante y privado trocito de paraíso a lo lejos.

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