lunes, 9 de julio de 2012

Saramago, otra leyenda urbana

Ahora me entero de que José Saramago murió debiendo a la Hacienda española más de lo que yo voy a ganar de aquí a mi jubilación (si la buena suerte no lo remedia). El nobel fraude alcanza los 700.000€. Lo dice el Tribunal Supremo, que añade, en uno de esos típicos razonamientos de sentencia que solo dejan conformes a los que los redactan, que sus herederas quedan libres del pago de tal deuda por defectos de forma en la reclamación por parte de la Administración Pública.

Así que el buen samaritano de Saramago, que elaboró su reputación de defensor de los pobres, los humildes y los desheredados de esta tierra, novela tras conferencia, que, como buen comunista hasta la muerte, reclamó la obligada contribución de las grandes fortunas, vía impuestos, al mantenimiento del socialdemócrata Estado de Bienestar (al mismo Estado que, por cierto, acusaba de secuestrar libertades individuales, ¿se referiría al Estado Cubano, al Chino o al Coreano del Norte?, ¿pensaba acaso en la extinta Unión Soviética?), ese Saramago que también dejó una desconsolada joven viuda al frente de una Fundación, es el mismo Saramago que nuestro Tribunal Supremo acaba de declarar defraudador de la friolera de 700.000€.
Da pena comprobar cómo la tan cacareada honradez moral de Saramago era otra leyenda urbana. Y es que la prueba no falla: basta con que un inspector de Hacienda entre por la puerta de la casa de un progre oficial para que su discurso público de justicia y solidaridad sociales salte hecho trizas por la ventana.

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