miércoles, 4 de julio de 2012

Marina, eres una trapalleira

A la viuda de don Camilo parece que se le han acabado los días de vino y... pedrería. La (poquita) cosa tiene castaña y, probablemente, porque al refrán no le falte razón y la avaricia (mucho más, si es indisimulada) rompe el saco, Marina se va a quedar con lo puesto, aunque en su caso sea un bolso de Hermès y un cartier dorado.
En su día -¿se acuerdan de aquellos años prodigiosos en los que el último en llegar siempre era el más tonto?- entró a degüello en el matrimonio del orondo y flatulento novelista porque, según tengo entendido, Cupido le dijo al oído que la manera más rápida y segura de pasar de vulgar plumilla coruñesa a marquesa de Iria-Flavia (marquesa consuerte, por supuesto) era acariciando la tripa del más tripudo de los autores hispanos. Y trepando, trepando hasta la misma tripa llegó. Y una vez allí, Cupido le volvió a soplar que, ya puesta, hiciera de tripas corazón.
Marina tenía apenas veintidós años pero alguna experiencia en la Marina Mercante (consulten si no su biografía) y muy claro las marcas de zapatos, relojes y bolsos que precisaba para disimular su menudencia.
Midió bien los tiempos y al poco se convirtió en viuda, viuda de un nobel con Fundación y un sinfín de derechos de autor. Ahora amenaza con publicar sus memorias (aunque estoy seguro de que lo único que nos puede interesar de ellas lo eludirá) en una operación de marketing que dosifica con femenino cálculo, a ver si consigue recuperar algo de la liquidez que le va a faltar cuando tenga que afrontar las cuantiosas indemnizaciones al hijo (ilegalmente desheredado) del escritor y ¡ay, que Hacienda también eres tú!, una probable sentencia condenatoria por delitos tales como fraude fiscal, estafa y malversación de caudales públicos.
¿Qué vería en su sonrisa paralizante, en su mirada astuta, en sus córvidos gestos el septuagenario Cela? Probablemente nada, estoy porque Cela se fijaba a su edad en otros detalles, en otros talentos...
Pobre Marina, ¡cuánto debe de estar echándolo de menos! Seguro que se acuerda de cuando él vivía y ella simultaneaba sueldecillos del ABC, Onda Cero y Tele 5. Ahora me dicen que le queda una corresponsalía colombiana, que no le dará ni para comprarse un Casio en los chinos.
Marina que, sin duda, leyó La Celestina tomó prestada su divisa, "a tuerto o a derecho, mi casa hasta el techo", sin reparar en que a la alcahueta la liquidó el servicio. No sé cómo terminará Marina pero, por ahora, en el baile de nóminas que se traía con tres empleados de su servicio ha tropezado con  la Seguridad Social que ha descubierto, junto con la Fiscalía, un entramado de sociedades interpuestas para no pagar el IVA.
Espero que Marina, entre toga y toga, encuentre un rato para terminar sus memorias. Si lo cuenta todo seguro que nos las leemos. Y se forra, aunque quede como lo que es, una... trapalleira.

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