Al principio fue el
perro –un gran danés arlequín, abandonado y artrítico- pero cuando acabas de
leer El Amigo te das cuenta de que la historia que ha amasado Sigrid Nunez
posee todos los ingredientes para hacer de su lectura un placer inteligente.
Así, por ejemplo,
vemos cómo al principal tema de la amistad y el sacrificio que a veces conlleva se le
van agregando otros no menos sustanciosos como la desgraciada suerte actual de
la gran literatura en unos tiempos cada vez más timoratos por mor de la corrección política o el profundo y
turbador examen del misterio psíquico de los perros o de las razones que pueden
llevar a alguien –especialmente un escritor- al suicidio. Y todo ello a través de
un tono y un ritmo admirablemente entretejidos y de un estilo que se empeña en evitar tanto la grandilocuencia como el sentimentalismo y lo consigue.
Es absolutamente
indiferente si lo que leemos es ficción autobiográfica o simplemente imaginada,
si el perro y su dueño suicida existieron o solo son piezas inventadas de un
artefacto literario. La experiencia de la lectura de El Amigo es real, genuinamente real. Y también inolvidable. Sirva
como prueba este mínimo fragmento: “¿Qué piensan los perros cuando ven llorar a
alguien? Criados para dar consuelo, qué desconcertante ha de ser para ellos la
infelicidad humana”.
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