Las noches al raso no tienen estrellas, 2015 |
Es bastante probable que aquel
que canta no siempre sea feliz, como dijo Bonnard cuando fue viejo, pero de lo
que no cabe duda es de la alegría que nos embarga cuando nos alcanza la canción
de Patricio Cabrera. No hay en ella lugar para el drama ni tan siquiera ocasión
para la melancolía. Se diría que su pintura ha sabido, desde el inicio,
orquestar el gozo de estar vivo, canalizar la energía del mundo a través de la
mano que mueve el pincel.
El ruido del mar, 2010 |
Sus cuadros son tesoros y poseer
uno de ellos es como tener una ofrenda votiva en casa. Incluso cuando en alguno
un barco se hunde siempre al lado hay un pájaro que canta desde el nido o una
luz que lo redime o una planta trepadora que parece sustentarlo.
No es casual que sea un paisaje
de palmeras el liviano emblema de la felicidad. También yo he visto sus
dragones y puedo asegurar que jugaría con ellos.
Geometría de la distancia, 2011 |
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