PICASSO
Y LA NATURALEZA
Bodegón delante de ventana en Saint Raphael, 1919 |
Es evidente que
Picasso no quiso mirar la naturaleza. En su desmedida obra ésta apenas ocupa
lugar y cuando aparece lo hace en condición subalterna: un poco de mar asomando
por una ventana, alguna palmera de paseo marítimo, ciertos matojillos verdes
para dar ambiente campestre a un grupo humano y poco más. Incluso en sus largas
temporadas en la Costa Azul, etapas enteras de su vida, Picasso siempre pintó
de espaldas al mar y a la naturaleza, obsesionado con la figura y con su propio
devenir.
Mucho antes, en
aquel mítico y seminal verano de 1906 en el valle leridano de Gósol, donde
Picasso se confiesa a su compañera Fernande Olivier feliz en contacto con aquel
imponente e inspirador paisaje de montaña, tampoco el pintor agudizó sus
sentidos para celebrar esos paisajes sino que, por el contrario, se volcó en la
búsqueda de nuevas formas artísticas que sirvieran a sus nuevos intereses y que
desembocarían en el alumbramiento del primer cubismo, el analítico.
Llama la atención,
también en este sentido, que la mayor parte de los pintores que Picasso elige
para medirse con ellos (Velázquez, Rembrandt, Lucas Cranach, Ingres o el mismo
Manet) sean artistas poco proclives a frecuentar la naturaleza. Enormes
artistas, como él, pero como él demasiado desatentos, para mi gusto, con todo
aquello que habita fuera de nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario