lunes, 20 de abril de 2015

Foujita, pintor gatuno.

FOUJITA, PINTOR GATUNO

En París Foujita ejerce de genuino japonés: gafas redondas, el típico sombrero Kasa, rectilíneo corte de pelo, pendientes de aro en las orejas, vistosos kimonos, una prodigiosa destreza manual, elegante exotismo y una gran capacidad de asimilación. Con el tiempo, esa misma capacidad hará de él un auténtico parisiense: mirada despiadada, espíritu permanentemente insatisfecho, siempre presto al ataque para organizar su defensa y destinando las noches al trabajo o al placer pero jamás al sueño.
Gracias a una justicia compensatoria Foujita restituye al Impresionismo lo que éste saqueó, cincuenta años antes, al pintor Utamaro y compañía. Si tienen algo los retratos de Foujita es una increíble mezcla de encanto decorativo y penetración psicológica.
Arribado a Francia en 1913, Foujita triunfa al poco de exponer en París en 1917. Los años veinte lo verán auparse como un consumado y peculiar cronista de época. Pero en donde, en mi opinión, no tiene rival es como pintor de animales, especialmente perro y gatos. A medida que su siglo se va haciendo más perverso su amor por los animales va creciendo (¿es esto acaso una señal de decadencia o una esperanza en el horizonte?).



Observen, si no, estos dos autorretratos con gato: ¿no observan una curiosa similitud en las miradas, a la par astutas e ingenuas, una iluminación y coloración demasiado parecidas, algún diente fuera de las bocas?

Foujita hace como si dejara correr el trazo firme y seguro, nunca rectificado, para luego extender las sombras como con un algodón hasta hacerlas independientes de sus originarias formas. Igual que un mago que ejerciera un arte simple y pérfido, aprendido probablemente de tanto mirar a los gatos.

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