NEGRO
ESPACIO DE LUZ. RUTH MORÁN
Hace mucho
tiempo que el arte abstracto dejó de ser una revolución moderna pero lo que
parece claro es que el arte abstracto llegó para quedarse. La abstracción que
hasta hace poco venía practicando Ruth Morán conjugaba con gran rendimiento una
doble naturaleza gestual y geométrica –muy evidente, por lo demás, en los
trabajos que cuajaron en aquella formidable serie que mostró bajo el título de
“Del viento y la trama” (2009)- que encontraba su punto de equilibrio a través
de una elaborada articulación de tupidos enjambres de líneas cruzadas sobre una
superficie.
Las actuales perforaciones de la artista van un paso
más allá y se podría decir que representan el lógico desenlace de aquel anhelo que
habitaba en sus trabajos anteriores que de alguna manera vaticinaban lo que
ahora ha llegado. Se veían venir. Y, en este sentido, son el lógico resultado
de un combate hasta ahora sofocado por la terca doble dimensión del papel. Así,
Ruth Morán ha resuelto dibujar con y desde el espacio y la luz.
Partiendo,
probablemente, de los seminales experimentos que del “concetto spaziale” hizo
Lucio Fontana a finales de los años 40 del pasado siglo, Ruth Morán tantea y
encuentra en sus actuales papeles perforados una solución visualmente sugestiva
y artísticamente inteligente a la condicionada limitación de la
bidimensionalidad del plano. Son obras que necesitan, para su íntegro
desenvolvimiento, un espacio y una luz apropiados, precisos y conformes. Son dibujos cuya materia es la luz, signos
que solo pueden leerse en el espacio. De ahí que el espacio y la iluminación
donde se cuelguen sean tan determinantes para su adecuada percepción. Un
espacio que se nos antoja cerrado y desnudo, sin interferencias, y una luz que
la imaginamos filtrada y diagonal, lo más transparente posible. Estamos,
entonces, hablando ya de otra cosa distinta al dibujo, mucho más cercana al
concepto de “bulto redondo” que a la idea de “cuadro”. Y es precisamente esta
condición de “híbrido” lo que las hace tan sugestivas y a la vez tan vacilantes.
Lo que para Fontana eran todavía perforaciones e incisiones sobre un lienzo monocromo
y tensado cuyos cortes dejaban entrever un fondo de oscuridad al estar colgado
como cuadro, es en RM algo más complejo y más interpolado. Tomando como base
precisamente la negritud que entraba por detrás de la superficie en los cuadros
de Fontana, RM parte del negro del papel para ir a buscar la luz a través del
espacio. Y lo hace, como es habitual en ella, desplegando una exuberante serie
de líneas curvas en expansión que de pronto parecen disiparse en el vacío. Como
huellas digitales de criaturas imposibles o esmeradas estratigrafías que
colonizan y trascienden el papel.
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