martes, 16 de junio de 2020

Indefensos ante la Calamidad





Triunfo de la muerte, Brueghel el viejo, 1542






De nuevo nos ha golpeado la calamidad. Y, como lo ha venido haciendo a lo largo de la historia, volverá otra vez a golpearnos en el futuro cuando menos lo esperemos. Nuestra sociedad occidental no está preparada moral ni intelectualmente para las calamidades. El racionalismo, por una parte, interpreta cualquier contratiempo existencial como un problema para el que hay que encontrar una oportuna solución aplicando, sin más contemplaciones, el principio lógico de que cada pregunta concreta exige una respuesta determinada. Y, por otra parte, sostiene que la eficiencia económica y el desarrollo tecnológico harán realizable la utopía de la de la satisfacción general de las necesidades básicas de la población.
Hasta el siglo XIX las sociedades humanas han estado preparadas para la calamidad gracias a los viejos asideros trascendentales de la realidad. Tradicionalmente el asidero por antonomasia fue la religión, que lograba proyectar un orden cósmico sobre el plano de la experiencia humana. Pero, desde el Renacimiento, las sociedades modernas han ido sustituyendo la religión por distintas utopías en absoluto trascendentes, utopías que, muy al contrario, deben realizarse a lo largo de la historia a través, fundamentalmente, del avance científico y del progreso tecnológico.
El problema real de la modernidad ha sido el de la creencia. Y por eso las distintas crisis que hemos ido encadenando desde, al menos, la segunda mitad del siglo XVIII han sido crisis del espíritu, pues los nuevos asideros han demostrado ser ineficaces e ilusorios mientras que los viejos han quedado inservibles por inverosímiles. Una situación que, como sociedad, nos ha llevado al nihilismo. A falta de un pasado donde apoyarse y de un futuro en el que poder creer solo nos ha quedado el vacío. Todavía en época de Nietzsche el nihilismo podía ser una filosofía provocadora y de poderes casi taumatúrgicos pero hoy, que ya no queda nada por destruir ni nada significativo en que creer, el nihilismo posmoderno ha demostrado ser el aliado cultural más eficaz de nuestra indefensión ante la calamidad.

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