La angustia que nos alcanza cuando se rememora lo que se ha perdido es semejante a encontrarse de pronto, en la intimidad del hogar, una vieja figurilla de barro muy querida hecha añicos en el suelo.
Uno se afana en encajar las diminutas piezas hasta lograr rehacer la perdida forma original. Y lo que se consigue es un remedo, que es y no es la genuina figurilla perdida.
Uno se afana en encajar las diminutas piezas hasta lograr rehacer la perdida forma original. Y lo que se consigue es un remedo, que es y no es la genuina figurilla perdida.
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