domingo, 14 de abril de 2013

Zao Wou-Ki o el Vapor de la Pintura

Sin demasiadas alharacas públicas Zao Wou-Ki se ha ido de este mundo la semana pasada. La muerte lo reclamó en Suiza, donde se encontraba hospitalizado en un centro para enfermos de Alzheimer. Sin embargo, su ciudad fue París, a la que llegó para quedarse en 1948 y en la que desarrolló su carrera como artista. 
Zao Wou-Ki fue un pintor exquisito y un hombre, según los que lo conocieron, de una esmerada educación que sus nobles orígenes dejaban discretamente fluir. Su obra me resulta sugestiva y encantadora y creo que es porque representa el cruce perfecto entre dos tradiciones muy distintas pero admirablemente entrelazadas: la oriental, en la que la caligrafía y la atención a la perspectiva atmosférica prevalecen y la academicista europea, con su insistencia en el dibujo lineal y su preocupación por la ilusión tridimensional. 
Zao Wou-Ki dominaba la escritura caligráfica, técnica que aprendió de niño, pero aun siendo estudiante de Bellas Artes en la escuela de Hangzhou tuvo conocimiento de los procedimientos de la pintura europea que desde entonces se convirtieron en una práctica de obligado cumplimiento para él. En 1948 se anima a viajar a Europa y junto a su mujer se instala en París para matricularse en su Escuela de Bellas Artes y seguir los cursos de Emile O. Friesz en l´Académie de la Grande Chaumière. Allí se encontrará con compañeros como Hans Hartung, Riopelle, Soulages, Sam Francis o Giacometti.
Sin título, Acuarela y tinta. 1967.

Pero de todos sus descubrimientos europeos el más profundo y definitivo será el encuentro con Paul Klee. Ocurre en 1951 en un viaje a Berna y desde entonces su obra se inclina hacia la abstracción. Una abstracción cada vez más aérea, más ligera, más gasística que le procuró sus definitivas señas de identidad y el reconocimiento y los consabidos honores internacionales, sobre todo a partir de los años ochenta, honores a los que siempre miró con desconfianza y un punto de fastidio. Conforme se hacía viejo su pintura pesaba menos. A aquellos que le cuestionaban su inclinación por pintar vapores les replicaba que "en esos vapores se encontraba la verdad" y que quizá lo que algunos encontraban abstracto, él lo sentía como real. 
Descanse en paz y viva para siempre su pintura.

Sin título, acuarela. 

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