Puede que al
principio fueran las cosas pero con el tiempo y la perseverancia Morandi acabó
pintando el fantasma de las cosas. Así, lo que vemos en su pintura, aguafuertes
o acuarelas no es la representación de unos pocos y obstinados motivos sino el
espectro de esos cuerpos que Morandi lleva más allá de lo que entendemos como
objeto. Igual que los espectros, sus motivos parecen estar vivos, animados por
un complejo sistema de colores suaves y gradaciones tonales casi imperceptibles
conseguidas a través de una pincelada lenta, densa, larga y sinuosa.
Visto de cerca todo
vibra en su pintura y observamos que uno de sus secretos era enfrentar la
pincelada corta y rectilínea del motivo con la pincelada más larga y tendente a
la espiral de sus minuciosos y refinados fondos. En cambio, si tomamos distancia
la escena se vuelve pensativa, confinada en un silencio autosuficiente. Da
igual que se trate de un florero, de una jarra o de una casa. La mirada del pintor, de tan entrenada en
ellos, los ha dejado en cueros, y aparecen en el lienzo o en el papel
trascendidos en un paréntesis de aire.
Así como el monje
amanuense caligrafiaba el libro Morandi pinta.
Muy bonito texto no habia percivido nunca la obra de Morandi de esa manera es un punto de vista muy nuevo para mi y certero
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