jueves, 19 de enero de 2023

Paisaje, distancia e identidad. Irene Sánchez Moreno, Alba Cortés y Miguel Gómez Losada

 Hace unos dos meses el crítico y comisario de arte Guillermo Amaya me pidió un texto de sala para la exposición "Paisaje, distancia y entidad" que reunió a tres artistas muy queridos por mí, Irene Sánchez Moreno, Alba Cortés y Miguel Gómez Losada en el peculiar espacio de la recién abierta galería Domo, en Sevilla. Este es el texto en cuestión. 

                                            Irene Sánchez Moreno


“En un paisaje no hay nada que comprender, se nos presenta vacío de razón” afirmaba Ruskin en uno de sus textos más conocidos[1] y Hodler, gran paisajista, añade ratificando lo anterior: “reproducimos lo que amamos; la emoción es una de las primeras causas que determinan a un pintor a hacer una obra”[2]. El paisaje, digámoslo desde el principio, no es la naturaleza sino, en todo caso, una elaboración personal que el artista ejecuta a partir de lo que ve o siente al contemplar un lugar o la imagen de un lugar. En la pintura de paisaje el artista, por tanto, accede a la naturaleza por medio de una operación estética. Esta experiencia estética acarrea, en términos históricos, una vinculación nueva del ser humano con la propia naturaleza que, así, puede ser vista como una entidad anímica o emocional, a veces de resonancias épicas o sublimes, como queda patente por ejemplo en ciertas obras de Irene Sánchez Moreno o Alba Cortés, presentes las dos pintoras en esta exposición, y otras como escenificación del deseo o la nostalgia, siempre en un sutil equilibrio entre naturaleza y cultura, como es el caso de Miguel Gómez Losada, el tercero de los artistas que completa esta concisa y excelente colectiva.

Contra lo que pudiera parecer el paisajismo tanto de I.S.M. como de A.C. no es un paisajismo topográfico, interesado en la descripción física de accidentes geográficos por muy pintorescos o sugestivos que puedan resultar a la mirada. Si en los parajes alpestres de I.S.M. se adivina una inclinación por el carácter inmutable de la naturaleza y su condición de enigma frente a lo transitorio y efímero que distingue a la condición humana, en el paisajismo de A.C. cobran fuerza intereses de alcance netamente posmoderno como son la descontextualización de fragmentos naturales o la reinterpretación de imágenes virtuales procedentes de cámaras ultravioletas pasadas al óleo.

                                            Alba Cortés en su estudio

Caso muy distinto es el de M.G.L. Su poética del paisaje –yo diría de toda su pintura- se nutre de la sorprendente combinación de lo aparentemente sólido con lo elusivo y hasta intangible. Su imaginería parece circundada por un aura romántica u onírica de tal potencia que lleva a sus imágenes al borde de la disolución, como si estuvieran en un tris de desaparecer delante de nuestros ojos. Ficciones románticas son lo que parecen.

Por último, creo que resulta pertinente enfatizar el hecho de que los tres pintores tengan por costumbre partir, para su trabajo, de originales fotográficos ajenos consiguiendo, así, que sus imágenes se distancien necesariamente de la experiencia personal. Una manera de abundar en la tesis posmoderna de que la realidad es siempre problemática y se desenvuelve de manera más neta en nuestra mente que en eso que hemos dado en llamar mundo exterior.   

                                            Miguel Gómez Losada

                                                                                  

 



[1] Ruskin, John, Los Pintores Modernos. El paisaje, Valencia, Prometeo, 1913, p. 8

[2] Hodler, Ferdinand, La misión del artista, Palma de Mallorca, José J. de Oñaleta editor, 2009, p. 9

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