cueva de los nadadores, Libia |
Ella sabe que va a
morir sola y a oscuras en el desierto y no en un jardín junto al mar como era
su deseo. Y mientras muere escribe:
“Amor mío, te sigo esperando.
¿Cuánto dura un día en la oscuridad? ¿Una semana, meses? El fuego se ha apagado,
empiezo a sentir un frío intenso. Debería arrastrarme al exterior pero entonces
me abrasaría el sol. Temo malgastar la luz mirando las pinturas, escribiendo
estas palabras…
Morimos, morimos
ricos en amantes y tribus y sabores que degustamos, en cuerpos en los que nos
sumergimos como si nadáramos en un río. Miedos en los que nos escondimos, como
en esta triste gruta. Llevo todas esas marcas en mi cuerpo. Nosotros somos los
países auténticos, no las fronteras trazadas en los mapas con los nombres de hombres
poderosos. Sé que vendrás y me llevarás al Palacio de los Vientos… Sólo eso he
deseado, recorrer un lugar como ese contigo, con nuestros amigos, una tierra
sin mapas.
La lámpara se
apaga y estoy escribiendo a oscuras…”
Y mientras leo y
vuelvo a leer, voy muriendo.
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