El otro día estuve
en el CAC, como siempre que regreso a Málaga. Es una forma cómoda y barata de
asomar la cabeza al arte actual que se hace por ahí fuera. Vaya por delante mi
reconocimiento a empresas como esta, de acreditada trayectoria en el, parece que
condenado, yermo campo andaluz de espacios dedicados al arte contemporáneo
internacional. La oferta era doble: el indio Subodh Gupta y el español Eduardo
Arroyo. Mi interés, en cambio, solo uno: Gupta. Había visto ya algo de él hace
unos cuantos años, creo que cinco, en la Saatchi
Gallery de Londres, una especie de enorme platillo volante hecho de ollas
de latón dorado que, en aquella larga sala, me hizo cierta gracia. Ver ahora un
popurrí reciclado de algunas de sus más aireadas obras me ha dejado, por el
contrario, y como diría Lola Flores, “muy digustá” (sic).
Instalaciones de Gupta en el CAC |
Aunque no se trate
ahora de pormenorizar con precisión crítica mi disgusto, intentaré aportar algunas
breves razones. Pongamos cuatro:
1ª. Subodh Gupta
comparte con Anish Kaapor apenas dos características, y las dos son accidentes:
la nacionalidad y la fama. A diferencia de Kaapor en Gupta no hay poesía. Y no
puede haberla, por mucho que se empeñe Fernando Francés en su hiperbólico
panegírico que ha escrito como comisario, porque el mensaje es tan explícito
que ahoga el esfuerzo formal. La lectura sociológica es tan sencilla, tan
directa y tan trillada que difícilmente queda sitio para el extrañamiento o la
simple evocación. Así pues, Subodh Gupta no es Kaapor.
2ª. Subodh Gupta
tampoco es Duchamp, ni siquiera un nieto postizo, a pesar de que algún
periodista británico, sin duda más aficionado que perito en el arraigado arte
de las filiaciones artísticas, se
empeñe en remarcarlo. La monumentalidad y aparatosidad de la mayoría de sus instalaciones
malogra el presumido aura del llamado ready-made,
solo posible en la pieza pequeña y de significación concentrada. Salta a la
vista que entre Duchamp y Damien Hirst, Gupta estaría más cerca de este último.
De hecho, ambos comparten similar gusto por las calaveras rutilantes.
3ª. Subodh Gupta
abusa hasta el hartazgo de varios recursos de la instalación contemporánea, a
saber: la ampliación de escala, la repetición seriada de módulos formales y el
objeto de uso cotidiano descontextualizado, buscando en todos ellos el
efectismo escenográfico y sin aportar en ninguno la más mínima novedad de
significado.
4ª. El mensaje cultural y político de Subodh Gupta
parece querer buscar sus raíces en la India (en concreto, en su Patna natal, a
orillas del Ganges) pero el ritual que utiliza está tan estereotipado que termina
por ser una estrategia más de éxito comercial. Sus esculturas e instalaciones
son obras que podrían haber salido de la imaginación (no sé si también de la
mano) de cualquier artista occidental ostensiblemente comprometido con
discursos de género, feministas, anticolonialistas o geopolíticos. Sus
cacerolas, sus platillos volantes y sus barcas cargadas de cacharros lucen
igual de bien y quedan igual de correctos en Nueva Delhi que en Londres o Miami.
Barca tradicional, S Gupta |
Postdata: Sugiero a los responsables del
folleto informativo del CAC que se abstengan de utilizar la Wikipedia como
bibliografía básica para redactar la biografía artística de los artistas que exponen. En el caso de Subodh Gupta la
traducción del inglés en algunos párrafos no deja lugar a dudas.
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