“Las Cosas”
El bastón, las monedas, el llavero,
la dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el
tablero,
un libro y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde
una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
limas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,
ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.
Parece un soneto pero no lo es. Y de
este modo comienza el trampantojo. Borges invocando a las cosas se retrata a sí
mismo. En la parca y lineal enumeración de los objetos que a diario le
acompañan el poeta traza su programa de vida. Así es como vemos el bastón de un
hombre que se detiene ante una puerta y toca unas monedas -¿quizá las mismas
que los griegos se ponían debajo de la lengua para, al morir, alcanzar el
paraíso?- en el bolsillo antes de encontrar la llave que abrirá “la dócil
cerradura”. Y luego, se instala en su escritorio y ve las notas escritas, la
baraja de naipes y el tablero de ajedrez, sus entretenimientos más dilectos. Y
repara, algo más tarde, en un libro que abre para descubrir “la ajada violeta”
cuya evocación frustrada le lleva a observar la luna –“el rojo espejo
occidental”- que presagia la noche cercana e invita a disfrutar de la casa al
regreso del trabajo.
Morandi |
Como ya nos recordara Rilke “todo está
lleno de acontecer” en las cosas y más que una terca personificación en ellas
por obra de Borges asistimos a una cosificación de Borges por causa de las
cosas. Las cosas, más que útiles (“nos sirven como tácitos esclavos”), son
misteriosas (ciegas y extrañamente sigilosas) y comparten con nosotros la
ceguera y el sigilo. Lo que no comparten es la perentoriedad de nuestro
destino. Y será esa dimensión ultramundana de las cosas lo que el poeta nos
deje condensado en los labios como sabor final. El pareado de aire sutilmente
quevedesco con que se cierra el poema no admite contrarréplica:
“Durarán
más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido”.
Nota: léase el poema cada vez que,
inocentemente, piense que las cosas tienen sentido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario