(Era el verano del 2008 y Ming Yi Chou exponía en Lisboa, en la galería Prova de Artista. Este es el texto íntegro que le compuse para razonar de algún modo las imágenes del catálogo de aquella preciosa exposición):
"No deja de resultar sorprendente cuán desconocido
es en occidente el arte chino, incluso entre las personas cultas e ilustradas.
Las manifestaciones artísticas del mundo oriental nos empezaron a interesar en
fecha tan tardía como el siglo XVIII y de ellas recibimos información y
ejemplos de manera tan arbitraria como adulterada.
Jean R. Rivière nos recuerda que el comercio de
las Compañías Orientales de Francia, Holanda o Inglaterra posibilitó que,
durante el siglo XIX, llegaran a París, Amsterdam, Londres o Lisboa objetos
decorativos chinos de toda laya y condición, desde armarios hasta vajillas,
pero con la premisa de que se adaptaran al gusto europeo. Así, no había palacio
real o residencia aristocrática que no se preciara de tener un salón “a la
china” con un sinfín de “figurillas grotescas, horribles jarrones y vajillas
coloreadas de porcelana mala”(1) que en nada prestigiaban a la muy venerable y
exquisita tradición artística china.
La belleza y calidad del arte chino hay que
buscarlas, pues, en otra parte: en algunas recoletas colecciones privadas, en
grandes instituciones culturales europeas o americanas y, por supuesto, en
numerosos museos y monasterios de China y Japón.
Ming Yi Chou nació y se educó en Taiwán, que es
una forma de ser chino sin tener que haber llevado el “cuello mao”, y allí tuvo
la oportunidad de conocer de primera mano una esmerada selección de obras
maestras del vasto legado artístico de las diferentes culturas y pueblos que
han conformado la enorme China. Como es bien sabido, el Museo del Palacio
Nacional, en las afueras de Taipei, es por la calidad y riqueza de sus
colecciones uno de los más completos museos de arte de todo el ámbito chino (2).
Hasta él llegaron, de forma bastante azarosa y por causas políticas del pasado
reciente, una innumerable cantidad de piezas de primera categoría desde las
colecciones privadas del último emperador Ching de la Ciudad Prohibida o desde las
colecciones de Nankín, la anterior capital del país. Maravillas como las raras
porcelanas Ju Ware de finales del siglo XIII, los paisajes a tinta de Kuo Hsi
del siglo XI o las copias del gran Wang Wei de la mano de pintores como Wang
Meng del siglo XIV o Wang Shih-Min, trescientos años posterior, a las que
nuestro joven artista tuvo acceso directo en sus continuas visitas de
formación. Allí, por otra parte, estudió diversas técnicas de cerámica y
grabado y se ejercitó, como es habitual, en la correcta ejecución de la
caligrafía.
stanley w. hayter |
Una vez instalado en España elige la Escuela de Bellas Artes de
Sevilla para especializarse en grabado y se doctora, finalmente, con un trabajo
sobre el artista gráfico británico Stanley W. Hayter, cuya técnica de grabado
influyó en figuras como Picasso, Miró, Arp o Giacometti y de la que Ming Yi
Chou es un experto.
Importa decir que la obra de este artista se
desarrolla y progresa por series pautadas de estilemas. Series que obedecen más
que a un tema, a una imagen conceptual o a una sensación o sentimiento
concretos. Así, a determinados anhelos o necesidades psíquicas parecen
corresponder determinadas iconografías y representaciones plásticas.
Asociaciones, ni completamente causales ni del todo casuales, que pueden
rastrearse desde su temprana serie topográfica reunida bajo el epígrafe de “Baladas Sevillanas” del 2002, o las
posteriores “Anhelar” del 2004 y “La Sutil Fragancia ” del 2006,
en las que la naturaleza se vuelca en una abstracción de vocación ornamental,
hasta las actuales “Un signo de la
naturaleza” o la dedicada a las tormentas, que representan una expansión
formal de las dos anteriores.
Es ya un recurso trillado referirse al mestizaje
de culturas y estilos a la hora de analizar la obra de este pintor taiwanés.
Aún así, soslayar este aspecto sería un olvido imperdonable que reduciría
considerablemente las posibilidades de ahondar en su estudio. Si, por un lado,
no puede sustraerse su imaginería y su planteamiento de la superficie del
cuadro de la gran tradición milenaria china, especialmente a partir del arte
del Segundo Imperio (dinastías Sui y Tang), por otro, el conocimiento y la
asimilación, una vez en España, de algunas de las nuevas tendencias
occidentales (expresionismo abstracto, y los movimientos pop y pattern,
norteamericanos todos) se traduce en el uso de determinados recursos técnicos
como el “dripping” a lo Pollock o en la tendencia a una estructuración basada
en la repetición de signos y elementos figurativos que parecen flotar sobre
fondos abstractos, así como en la subordinación del tema (cuando lo hay) al
efecto visual, como haría un Robert Kushner.
robert kushner |
Sin duda, en su obra se verifican sus orígenes y
formación orientales: la elección de los colores, sin ir más lejos, con
preponderancia del rojo, el negro y sus matices cromáticos que alcanzan la
sutil gama de los grises, el naranja o los oros, es muy china. El uso parco de
la luz, también. Por no hablar del rechazo de las leyes occidentales de la
perspectiva, que los pintores chinos conocían desde finales del XVII, gracias a
los misioneros jesuitas. En este sentido, cualquier obra de Ming Yi Chou sigue
ignorando la composición centrada alrededor de un punto fijo. No es ahora la
ocasión, quizá, para esclarecer las causas de tal práctica; baste decir que en
ello tuvo mucho que ver el formato tradicional en rollo, tanto horizontal como
vertical, de las telas chinas o japonesas. En cualquier caso, en los papeles o
lienzos de Ming Yi Chou la mirada no se siente obligada a dirigirse a ningún
punto fijo, sino que divaga y se entretiene simultáneamente en un estilizado
laberinto sígnico.
Siendo, en el fondo, todo signo, el artista se
esmera en hacer de su arte una concurrencia, un juego de ritmos entrecruzados,
de evocaciones y sutiles correspondencias en el que la sugestión importa siempre
más que la descripción detallada. Y en ese desafío amable el artista buscará la
esencia íntima de los seres y las cosas precisamente en el olvido de su propia
fisicidad.
Como mandan los cánones Ming Yi Chou tiene
presente que la idea de lo específico del tema, por así decirlo, debe
prevalecer sobre los detalles formales del mismo. En papeles como “El jardín de Lao Tzi” o en la hermosa
serie “Un signo de la naturaleza” se
confirma ese precepto. En el primero, dedicado al mítico pensador Lao Tzi,
fundador del taoismo, la mariposa central, desde la que se irradia o en la que
confluye toda una tramoya de signos a modo de caligrafías, nos expresa la
“mariposidad” de cualquier mariposa (de ahí, por ejemplo, que lleve inscrita la
“m” inicial de la palabra que, curiosamente, coincide con la del nombre del
artista). Y en los papeles que completan la serie “Un signo de la naturaleza”,
la “vegetalidad” o esencia última de ese mundo vegetal queda significativamente
expresada en la flotante sucesión de semillas, vainas, hojas y flores.
Ming Yi Chou, Galeria Prova de Artista, Lisboa |
Ming Yi Chou evita la copia porque, fiel a su
tradición, prefiere optar por la evocación que facilita la aproximación a las
esencias. En este sentido, el entrenamiento, ya desde la infancia, del dibujo
de los conceptos, que tanto ha estrechado la relación entre la caligrafía y la
pintura, ayuda mucho. Es lógico que se refugie entonces el pintor en su estudio
para la creación y rehuya del trabajo al aire libre. De este modo la
naturaleza, motivo sempiterno del arte chino, no necesita ser paisaje fiel. Con
la pintura acrílica, la tinta o incluso el rotulador Ming Yi Chou realiza obras
como “Humano, Naturaleza y Dios” o “Tierra, Agua, Fuego, Aire” sin la
necesidad de la presencia de los elementos reales. Como ocurre en mucha de la
pintura abstracta, estas obras son el resultado de una contemplación, de una
penetración psíquica y emocional que madura en el espíritu y, una vez madurada,
se ejecuta sin apenas posibilidad de arrepentimiento. Lo cual exige una pericia
técnica elaboradísima porque, al fin y al cabo, se trata de alcanzar la
ejecución espontánea y definitiva de un solo golpe.
Pero igual que en Taiwán se ha logrado que una
buena parte del inmenso y rico legado de las antiguas dinastías chinas conviva
con un capitalismo ultramoderno que levanta la torre de oficinas más alta del
mundo (hasta ayer mismo) o inunda de productos tecnológicos baratos los
mercados occidentales, en la obra de nuestro pintor también conviven ciertas
venerables tradiciones orientales con algunas técnicas y estilos
característicos del occidente contemporáneo.
Ming Yi Chou |
Ya señalamos antes la incorporación del método
pollockiano del goteo o salpicadura de pintura dejándola caer sobre la
superficie, que incide en la voluntad del hallazgo en el ejercicio espontáneo e
inconsciente, heredero, por lo demás, de las prácticas surrealistas, o, sin
salir de los dominios de la abstracción,en el coqueteo ocasional con la llamada
técnica all over, al modo de Still,
Newman o el mismo Pollock, en los que Ming Yi Chou encuentra los antecesores
canónicos de su contrastada inclinación por tratar la superficie de la obra
como un campo abierto cuyo único límite lo pone el marco (elemento, por cierto,
ajeno a la pintura oriental). De este modo el espectador queda envuelto por la inmediatez
de la trama que, a menudo, se nos aparece tal si fuera un cultivo de anaerobios
en dispersión. Cultivo de microorganismos o “fluidas filacterias de carácter
vegetal”, como las viera Fernando Martín (3), muy próximas, como recurso estético,
a los fondos de ciertos pintores pattern
de la década de los setenta del siglo pasado, fascinados por el horror vacui.
Finalmente, me gustaría destacar la admirable
solvencia con que el artista maneja las distintas técnicas de impresión. En
este caso, la serigrafía, que incorpora al proceso de creación, unas veces,
antes y otras, después de la aplicación de la pintura, y que acompaña luego con
toques de bolígrafo, rotulador o tinta china. Esta amalgama de técnicas se
resuelve siempre en una síntesis feliz que nos produce un placer visual de gran
intensidad y que guarda el secreto del equilibrio de tensiones".
Notas:
(1) Rivière, Jean Roger. El
Arte Oriental. Barcelona, ed. Salvat, 1975.
(2) Un destacado número de
especialistas en arte chino considera al Museo Palacio Nacional de Taipei la
institución pública más importante de arte chino del mundo.
(3) Martín, Fernando. La
intensidad armónica de una abstracción sensual. Catálogo de la exposición “La
tierra de María Santísima” de Ming Yi Chou en la galería Full Art. Sevilla,
2004.
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