Esto es algo
de lo que dije en la visita guiada que realicé con motivo de la exposición
antológica de José Luis Mauri en el Museo de Alcalá de Guadaíra que este
domingo 16 de diciembre concluye:
“Para estimar con cierta precisión
el valor de regeneración de la pintura de Mauri en el panorama de las artes
plásticas de la Sevilla de los años cincuenta habría, de nuevo, que recordar
qué tipo de figuración se practicaba masivamente en la ciudad por aquella
década. Una figuración de marcado carácter académico y de regusto costumbrista
entre cuyos representantes destacaban profesores de las Escuelas de Bellas
Artes y Artes y Oficios como Alfonso Grosso o Rodríguez Jaldón. Es decir,
pintores que a su modo seguían bebiendo de las estancadas aguas del pozo de un
Gonzalo Bilbao, sin ir más lejos.
Políptico de Conil |
Conviene
saber que antes de entrar como alumno en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla
(sancta sanctorum de la tradición
realista sevillana) Mauri ya había realizado algunas obras –paisajes del
entorno conileño en su mayoría- en las que las marcas digitales que lo van a
caracterizar como artista estaban, en su esencia, razonablemente germinadas. En
esta exposición tenemos la fortuna de contar con los mejores ejemplos de entre
ellas, “Chozo de Conil” o los nueve óleos del “Políptico de Conil”.
Composiciones que, si bien son las de un adolescente autodidacta de escasa
formación académica, sorprenden por el penetrante poder de observación y por la
insólita madurez de ejecución, cercana en su sintaxis a la de un Van Gogh. Si
las comparamos con obras algo posteriores como el retrato de su hermana
Isabelita o la vista de su barrio de Heliópolis (ambas de 1950, cuando cursaba
segundo de Bellas Artes) comprobamos que la pincelada vibrante y de rápido
trazo, el gusto por la esquematización esencial de las formas o la
despreocupación consciente por la ilusión de volumen y el color local son
rasgos comunes que, de este modo, empiezan a definir el estilo del pintor. Y
esta tendencia se verá corroborada en la pintura que practica a lo largo de
toda la década de los cincuenta, tanto en Segovia y Madrid como, algo más
tarde, en su semestre parisino del que volverá
con un estilo ya cuajado. Un
estilo, y volvemos al principio, que desentonaba de manera harto explícita con
el que imperaba en el medio artístico sevillano en el que un pintor como Mauri
no podía sentirse del todo en su sitio.
Mauri es por
vocación y formación un pintor del natural. Su ojo, ejercitado desde temprano
en el rigor del motivo, ha aprendido a ordenar a la mano con sobriedad
empírica. Pero su mano transcribe lo que ve no sólo sobriamente sino también –y
esto es acaso lo más significativo- con expresiva desinhibición. Y, llegados a
este punto, habría que recordar someramente cuál era la figuración que se
practicaba en España en los años cincuenta.
Heliópolis |
Lo primero
que habría que decir es que esa información le llega a Mauri, en primera
instancia, por medio de su maestro –y profesor providencial- Miguel Pérez
Aguilera y, luego, a través de sus sucesivas estancias en Madrid y El Paular.
Es decir, Mauri tiene la suerte de poder contar con el acceso a uno de los
protagonistas mejor dotados, desde el punto de vista técnico, de la nueva
corriente figurativa que se había fraguado en Madrid a principios de los años
cuarenta. Un artista que le orienta y conecta con la figuración más renovadora
que se hacía por aquellos años en la capital de España. Pérez Aguilera había
expuesto en la mítica galería Bucholz
en 1945 junto a pintores como José Guerrero, Antonio Lago, Álvaro Delgado o
Pablo Palazuelo cuando todavía todos ellos seguían moviéndose en el ámbito de
una figuración que aspiraba a superar los cánones académicos y, por tanto, fue
uno de los pioneros de lo que se llamó en su momento, sin demasiada concreción
estilística, Joven Escuela Madrileña,
grupo poco homogéneo que terminaría por disgregarse en opciones estéticas de
índole diversa pero que supo aglutinar a lo más sobresaliente de la nueva
generación de artistas españoles que toman el relevo de lo que años atrás
significó la Segunda Escuela de Vallecas.
Ni que decir tiene que este poderoso magisterio palpita de forma vehemente en
la pintura del Mauri más joven y atrevido.
Acueducto de Segovia |
Y, por otro
lado, como ya hemos dicho, las estancias en Madrid (donde acaba sus estudios
universitarios) y El Paular (gracias a la prestigiosa beca ganada) proporcionan
al pintor enriquecedores contactos personales e información actualizada de lo
que se estaba cociendo en otros focos artísticos del país e, incluso, de más
allá de sus fronteras. En este sentido, sus viajes de estudio a París
anteriores a su estadía del 57 fueron decisivos para conocer de primera mano
algunas corrientes pictóricas internacionales de carácter predominantemente
postimpresionista y postexpresionista. Figuras como Utrillo, Bonnard o
Kokoschka pasan, entonces, a ocupar un lugar destacado en el imaginario
plástico de Mauri.
Al tiempo
que absorbe estas influencias su estilo se va decantando hacia una figuración
directa y anti-enfática que busca el trazo vivaz, la inmediatez del instante y
el contraste de color, bien empastado y temperamental.
Si nos
fijamos en sus paisajes –Mauri es, en esencia, un paisajista-, obras como
“Acueducto de Segovia”, “Parque del Retiro” o “Jardines del Líbano” (todas
ellas en la exposición y de los años cincuenta) vienen a refrendar las
características antes señaladas que, en suma, reafirman una estética que, más
allá de la reproducción mimética del motivo, se esfuerza por alcanzar la
expresividad y la emoción del instante. Una forma de abordar el cuadro que nos
recuerda también, por cierto, la de otros pintores de la época, aunque algo
mayores, como Francisco San José o Álvaro Delgado que nos traen inevitablemente
el eco de la Segunda Escuela de Vallecas.
bodegón parisino |
Estos rasgos
distintivos son los que individualizan
y separan a José Luis Mauri de la mayoría de los pintores figurativos
sevillanos de su misma generación y los mismos que han hecho decir a alguien
tan significado como Joaquín Sáenz que el adjetivo que mejor define a Mauri
como pintor es el de “avanzado”."
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