Entre 1850 y 1870 Frederic E. Church
se erigió en el más genuino representante de la pintura de paisaje en
Norteamérica. Su destino como insigne paisajista queda marcado ya desde sus
inicios como alumno aventajado de Thomas Cole dentro de lo que se ha llamado “la
Escuela del río Hudson”. Siguiendo los consejos de su mentor artístico abrió un
estudio en la ciudad de Nueva York que enseguida se hizo con una enorme
reputación entre la adinerada burguesía no solo neoyorquina.
La estación de las lluvias en el trópico, 1866 |
Lo interesante del paisajismo de
Church (así como el del resto de sus colegas de escuela) es que evitara a
conciencia el fuerte influjo del realismo protoimpresionista europeo encarnado
en la figura de un Constable en Gran Bretaña o en la Escuela de Barbizon
francesa. Probablemente, como sugiere Barbara Novak, esto se debiera a que
Church y sus compañeros estaban más interesados en la búsqueda de lo remoto
manifiesta en el “luminismo”. Así, el “luminismo” representa un distanciamiento
tardío de lo pintoresco que es sustituido por lo sublime, algo mucho más acorde
con el paisaje americano. Lo sublime americano es el rasgo característico del
paisajismo de Church, unas amplias vistas de naturaleza tan prehistórica que
podrían ser visiones míticas de un Nuevo Mundo edénico. En este sentido,
conviene tener en cuenta que desde mediados de siglo Church cae bajo el influjo
del renombrado naturalista y explorador alemán Alexander von Humboldt cuyos
trabajos y estudios, sobre la base de su expedición americana de 5 años
(1799-1804) por distintas tierras del Nuevo Mundo, fueron ampliamente
traducidos y leídos tanto en Europa como en Norteamérica. En su obra Humboldt
aconsejaba encarecidamente a los artistas que viajaran y pintaran Sudamérica y,
en concreto, su zona ecuatorial. Church siguió su consejo e hizo dos
expediciones: la primera a Colombia y la segunda a Ecuador. Viajes de los que
trajo un abundante número de apuntes y dibujos que le sirvieron de base para
sus posteriores grandes cuadros de paisajes ecuatoriales.
Sabemos que el estilo de Church y,
en general, el paisajismo norteamericano de la época estaba muy interesado por
reflejar los efectos del clima y, en efecto, en el luminismo el cielo suele
adoptar un resplandor atemporal. Ahora bien, el luminismo es inconcebible sin
la topografía de ríos y lagos, láminas de agua, al fin y al cabo, que reflejan
y amplifican la luminosidad de los cielos. De este modo, podemos afirmar que es
el factor acuático del paisaje norteamericano, en especial el de la Escuela del
Río Hudson, lo que posibilita un paisajismo único, entreverado de tensión y
trascendencia.
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