Dalí es un
planeta que aun alberga muchas sorpresas para el explorador iniciado. Un
planeta de órbita inestable cuya galaxia se resiste a ser localizada. Dalí es
Dalí: una mente prodigiosa, una curiosidad sin límites, una mano lenta y
renacentista y probablemente el mejor escritor de todos los pintores conocidos.
Detrás de su espectacular personaje se esconde un misterio de persona que a
buen seguro se encontraba demasiado ocupada en su trabajo como para pararse a
declamar teatralmente delante del espejo cosas como “me considero el único
genio vivo de nuestra época” o “el arte moderno es una catástrofe”, aunque
quizá lo pensara.
Aparición de mi prima Carolineta en la playa de Rosas |
Dalí es Dalí:
hereje de su siglo y, sin embargo, protagonista insustituible de su siglo.
Adorado y zaherido las más de las veces por razones extraartísticas, su obra
terminará por ser su mejor seguro frente al tiempo. Él, como ningún otro,
comprendió que para trascender el surrealismo –y convertirlo en algo más que un
ismo- había que volver a pintar como
Rafael. Inevitable que la crítica ortodoxa lo anatemizara. Pero, ¿qué podía
hacer él, demasiado inteligente y rico para permanecer callado, si “la mayoría de los
pintores contemporáneos lo único que saben hacer es colocar sus cuadros al
revés”?
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