El desprecio y mofa a las normas ortográficas y gramaticales es otra de las manifestaciones contemporáneas del irracionalismo y de la expansión de los discursos del sentimiento tan en boga hoy en día.
El poder político –con la complicidad de los principales
medios de comunicación- se ha encargado de abaratar tanto el sistema educativo
que éste ya no puede garantizar la correcta transmisión de conocimientos
elementales ni el aprendizaje de recursos básicos para el desenvolvimiento
social con garantías. Ante tal panorama el recurso más fácil suele ser la broma
y la subversión de la norma, simples excusas para maquillar este fracaso.
Se trata, básicamente, de disfrazar problemas estructurales
con estribillos llamativos que suenan a modernos (mejor todavía si suenan a insumisos) para,
acto seguido, buscar a un culpable. Así,
quienes estamos a favor del rigor y la exactitud en el uso de la lengua como en
el cumplimiento de la ley pasamos de inmediato a convertirnos en retrógrados
(fachas, para entendernos), machistas, clasistas y demás descalificativos exculpatorios. Es otro de los atajos de la ignorancia. En este sentido, llama la
atención que sea la izquierda actual quien hoy lidere esta reacción cuando
tradicionalmente ha sido la reivindicación de la cultura y, por defecto, de
escribir bien y expresarse con propiedad una de las más idiosincrásicas reivindicaciones
del pensamiento progresista.
Tengo para mí que la mofa de las normas ortográfica y
gramatical por parte de cierta élite política y académica no es más que una
ridícula romantización de los supuestos estigmas de las clases populares. Y
otra de las tristes desgracias contemporáneas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario