LA MIRADA MUTUA
Es la mirada mutua entre
los ojos del hombre y los ojos de su perro la que logra establecer un vínculo
profundo, más allá del lenguaje, entre ellos. De parecida manera, imagino yo,
al vínculo que se crea entre una madre y su bebé la primera vez que sus miradas
se cruzan. Un vínculo que se renueva constantemente cada vez que se miran. De
vez en cuando Giotto deja de dormir y me mira. Yo, de vez en cuando, dejo de
leer o de escribir y miro a Giotto.
Así, Giotto cobra
existencia para mí como personaje –como individuo diría yo- dotado de vida, de
pasado y de un mundo de experiencias propias y también compartidas en el mismo
momento en que yo –su dueño, su garante, su compañero- veo que Giotto me mira y
me reconoce como su igual. En ese momento Giotto deja de ser un simple animal y
se convierte en su propia identidad, en su nombre verdadero, en lo único que
posee en el mundo.
No trato de humanizar a mi
perro. Humanizarlo sería traicionar su esencia de perro. Sé que por su
naturaleza de animal la experiencia de Giotto está cerrada y es impenetrable
para mí. Aún así, a veces creo lograr traspasar esa barrera cuando mi visión se
acerca a la del poeta y, como si fuera un rayo de luz, penetra por un instante
e ilumina el mundo de mi perro y me ilumina a mí.
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